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10 de noviembre de 2014

Mes de Noviembre mes de efecto de la Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María.

El Vía Crucis--->
<---Dies Irae. Día de Ira.


Isabel de Kildelmann vidente y testigo de la Llama de Amor: Pedí también a la Santísima Virgen la efusión de gracias de la LLAMA de AMOR de SU INMACULADO CORAZÓN para las almas en sufrimiento que están en el Purgatorio; el Señor Jesús me permitió sentir en todo mi ser lo que siente un alma que en ése mismo momento acababa de liberarse del purgatorio e iba directo al Cielo.

Sentí en mi alma un alivio indescriptible.
En ese momento, por pura gracia de Dios, mi alma se sumergió en la felicidad inconmensurable del alma que llega a la presencia de Dios.
No hay palabras humanas para describir lo que un alma siente cuando se libera del purgatorio.
Es tanta la felicidad, es tanta la alegría y tanto el amor que rodea al alma que la envuelve en un éxtasis indescriptible.
Y así en este estado de amor, felicidad y de alegría sube al Cielo, y así permanecerá para siempre, para toda la eternidad, unido a Dios y jamás se separá de Él.

Luego recé, con todo el recogimiento de mi alma por los sacerdotes moribundos.
Entre tanto un sentimiento muy angustioso y horrible inundaba todo mi interior.
Son sufrimientos que da el Señor para que la persona que sufre pueda recoger abundantes frutos y méritos espirituales con Dios.

Durante mi profundo recogimiento un suspiro fino como una energía, la Santísima Virgen, sorprendió a mi alma y me dijo:

-Santísima Virgen; "Tu compasión por las pobres Almas del Purgatorio, hijita mía, ha conmovido tanto mi Corazón Maternal, te concedo la gracia que pediste.

Presta atención hija mía;

Si en cualquier momento del día, haciendo referencia a mi LLAMA DE AMOR, rezaran ustedes en mi honor "Tres Aves Marías",
cada vez que lo hagan, un alma se librará de los sufrimientos del Purgatorio. Esto es válido para todo el año.

Escucha hija mía; en todo el mes de los difuntos (el mes de Noviembre), al rezo de cada Ave María, "10 almas", sí "10 almas", se librarán del sufrimiento del Purgatorio. Las ánimas sufrientes deben sentir ellas también el efecto de gracia de la LLAMA DE AMOR de mi Corazón Maternal".


NOTA DEL EDITOR:

Dios tiene derecho a expresar también en números las condiciones en que quiere dar su gracia, nos lo prueba la sagrada escritura.
El caso de Naamán, el Sirio (2 Reyes 5, 1- 1 4) donde, de forma inequívoca, la condición de su sanación de lepra está expresada en el libro de números de la biblia, aunque su realización no dependió del número de veces.

¿Porqué precisamente el sumergirse 7 veces en las aguas turbias del Jordán, fue la condición dada por el profeta Eliseo para que Naamán alcanzara la curación de la lepra que sufría.?

¿No hubiera sido suficiente 5 o acaso 3 veces?

¡O quizá hubiera sido suficiente una sola inmersión! ¡No!.

No fue el sumergirse 7 veces lo que le consiguió la curación sino la obediencia de su fe humilde con que, a pedido de sus siervos, venció su Resistencia y se sometió a lo que le mandó el profeta.

Es muy cierto que los números tienen frecuentemente otra significación en el plano sobrenatural que la que les atribuimos aquí en la tierra.
La razón es que nosotros caemos frecuentemente en el error de trasladar nuestro modo de pensar tan materialista al orden de la vida sobrenatural, cuando el Cielo tiene otro propósito muy distinto con los números.

La esencia y el sentido más profundo espiritual, no es el número ni cantidad de veces, sino el Amor y la fe que ponemos al realizar cualquier cosa. De la misma forma, debe arder en nosotros continuamente el deseo de "salvar las almas que están terriblemente sufriendo en el purgatorio.

¡Cuántos pensamientos inútiles, cuántas preocupaciones superfluas que giran alrededor de nuestro propio Yo, nos llenan durante un sólo día!

¡Cuántas idas y venidas hacemos mecánicamente en un único día!

¡Qué medio tan eficiente y valorado es la oración, si con un pensamiento de amor acudiéramos en ayuda de un alma que está sufriendo terriblemente!

Las Almas de Purgatorio nos lo van a agradecer muchísimo y en su estado de felicidad nos ayudarán en nuestro trabajo para salvar a otras almas.

De nuestra parte, ésta compasión nos sirve de mérito para el cielo y la Santísima Virgen la vierte en bien de las almas que sufren en el purgatorio.

Si la Santísima Virgen se expresa en número, lo hace únicamente para de éste modo acomodarse a nuestra débil manera de comprender las ideas, a fin de estimularnos, en fervorizarnos, y que sintamos los deseos de rezar por las Almas sufrientes.

Como si dijera: Miren, aunque la contribución de ustedes es tan insignificante, para el Cielo alcanza que un alma que esta sufriendo salga del Purgatorio y, ¡pueda ver a Dios cara a cara!

(La anotación es correspondiente al 17 de julio de 1964. De éste Diario confirma esta interpretación.- EL EDITOR.)

REZAR TRES AVES MARÍAS EN HONOR A LA LLAMA DE AMOR DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA Y SACAREMOS UN ALMA DEL PURGATORIO.

Y DURANTE EL TODO EL MES DE NOVIEMBRE, POR CADA AVEMARÍA 10 ALMAS SE LIBRARAN DEL PURGATORIO.



No perdamos más tiempo en cualquier hora del día, durante todo el mes de Noviembre, recemos tres Aves Marías en Honor a la Llama de Amor de su Inmaculado corazón, en favor de un alma del purgatorio.
Y el alma favorecida saldrá radiante de felicidad hacia el Cielo.

Esta alma favorecida jamás olvidará tu ayuda y tu sacrificio en su favor y pedirá ante Dios por tu salvación y no descansará ni cesarán sus ruegos hasta verte a tí en el Cielo.
Es el premio que Dios brinda a las almas generosas que por sus ruegos prestan auxilio a las almas sufrientes del Purgatorio.
Nosotros somos los únicos que podemos brindarles ayuda, Dios nos ha regalado ése don, de ayudar y sacar almas del Purgatorio.
Y con nuestros sacrificios y oraciones podemos hacerlo, no lo olvidemos nunca.

1 de octubre de 2014

Dies Irae. Día de Ira.

Noviembre mes de efecto de la Llama de Amor--->
<---La Eternidad ó La Vida Etena


Dies Irae ("Día de ira") es un famoso himno latino del siglo XIII atribuido al franciscano Tomás de Celano (1200-1260), amigo y biógrafo de San Francisco de Asís. También se han considerado como posibles autores al Papa Gregorio Magno, San Bernardo de Claraval o los frailes dominicos Umbertus y Frangipani. Suele considerarse el mejor poema en latín medieval, y difiere del latín clásico tanto por su acentuación (no cuantitativa) como por sus líneas en rima.
El metro es trocaico. El poema describe el día del juicio, con la última trompeta llamando a los muertos ante el trono divino, donde los elegidos se salvarán y los condenados serán arrojados al infierno eterno. Este himno se usa como secuencia en la Misa de Réquiem del rito romano hasta 1970, pero no aparece en el Misal Romano de 1970.

El Dies irae fue –hasta no hace mucho– una de las cinco secuencias que "sobrevivieron" a la reforma del Concilio de Trento (1545-1563). Era la secuencia de la misa de Requiem (misa de difuntos) y resonó en las iglesias de rito romano hasta la reforma del Concilio Vaticano II (1962-1965).

En resumen. El Dies irae es la manifestación de Dios contra todos sus enemigos, contra todos aquellos que le negaron, que de forma poética explica la crudeza del día del juicio donde a golpe de trompeta las almas son llamadas ante la presencia de Dios. Las de los justos podrán contemplar la gloria del Todopoderoso, pero las de los condenados arderán en las penas del infierno. El texto es muy interesante, pero también es comprensible que se haya optado por eliminarlo de la liturgia eucarística.
Pero como expresan algunos exégetas comtemporáneos, de que sirve eliminarlo si este hecho ocurrirá de todos modos.

Este himno se escribió para ser cantado –como todos los himnos utilizados en la liturgia– y a lo largo de la historia ha sido interpretado de diversas formas, dependiendo de los estilos de cada época. Ahora ya no se escucha en las iglesias esta secuencia pero durante siglos, antes del Evangelio de la misa de difuntos se entonaba esta melodía sobrecogedora que expresa casi un llanto por no caer en la condena eterna y que cuando menciona la "trompeta" que llama a los difuntos de los sepulcros (tuba mirum spargens sonum...) eleva la tesitura del cantus con un brillo digno de una trompeta que llama al juicio.

Detrás del Dies irae existe una profunda teología sobre los "novísimos" que tanto en el medievo como en la reforma de Trento se hizo muy presente. Al hablar de "novísimos" nos referimos a un término clásico de la escatología cristiana que describe los estados del ser: muerte, juicio, infierno y gloria; el purgatorio sería un estado intermedio de purificación antes de entrar en la gloria.
Hoy quizás no se hable tanto en estos términos, pero es una realidad, del cual nadie puede escapar y tarde ó temprano todo ésto sucederá en cada ser humano.

LOS NOVÍSIMOS

Se llaman Novísimos a las cosas que acaecerán al ser humano al final de su vida, la muerte, el juicio, el destino eterno: el cielo o el infierno. La Iglesia invita a reflexionar sobre ellos en el mes de noviembre, tales hechos sucederán el ser humano tarde o temprano, por es San Josémaría Escrivá habla sobre el paso del tiempo en el ser humano.

Tengo que hablaros del tiempo, de este tiempo que se marcha. A los cristianos, la fugacidad del caminar terreno debería incitarnos a aprovechar mejor el tiempo, de ninguna manera a temer a Nuestro Señor, y mucho menos a mirar la muerte como un final desastroso.

Al pensar en esta realidad, entiendo muy bien aquella exclamación que San Pablo escribe a los de Corinto: tempus breve est!,
¡qué breve es la duración de nuestro paso por la tierra!
Estas palabras, para un cristiano coherente, suenan en lo más íntimo de su corazón como un reproche ante la falta de generosidad, y como una invitación constante para ser leal. Verdaderamente es corto nuestro tiempo para amar, para dar, para desagraviar.
No es justo, por tanto, que lo malgastemos, ni que tiremos ese tesoro irresponsablemente por la ventana: no podemos desbaratar esta etapa del mundo que Dios confía a cada uno.

Inevitable

La muerte llegará inexorable. Por lo tanto, ¡qué hueca vanidad centrar la existencia en esta vida! Mira cómo padecen tantas y tantos. A unos, porque se acaba, les duele dejarla; a otros, porque dura, les aburre... No cabe, en ningún caso, el errado sentido de justificar nuestro paso por la tierra como un fin.

Hay que salirse de esa lógica, y anclarse en la otra: en la eterna. Se necesita un cambio total: un vaciarse de sí mismo, de los motivos egocéntricos, que son caducos, para renacer en Cristo, que es eterno.

El tiempo es nuestro tesoro, el "dinero" para comprar la eternidad.

Sin miedo

¡No me hagas de la muerte una tragedia!, porque no lo es. Sólo a los hijos desamorados no les entusiasma el encuentro con sus padres.
Cuando pienses en la muerte, a pesar de tus pecados, no tengas miedo... Porque El ya sabe que le amas..., y de qué pasta estás hecho.
Si tú buscas a Dios, Él te acogerá como el padre al hijo pródigo: ¡pero tienes que buscarle!

Morir no, Vivir sí

La muerte, hijos míos, no es un paso desagradable. La muerte es una puerta que se nos abre al Amor, al Amor con mayúscula, a la felicidad, al descanso, a la alegría. No es el final, es el principio de nuestra verdadera vida. Para un cristiano morir no es morir; es vivir. Vivir con mayúscula.

Enfrentaos con la muerte. Dad la cara. Contad con ella; tiene que venir… ¿Por qué vas a tener miedo? Esconder la cabeza debajo del ala con miedo, con pánico ¿por qué? Señor, la muerte es la vida. Señor, la muerte para un cristiano es el descanso, y es el Amor y de ahí no salgo.

San Josemaría responde a Cómo afrontar el miedo a la muerte.

El verdadero cristiano está siempre dispuesto a comparecer ante Dios. Porque, en cada instante si lucha para vivir como hombre de Cristo, se encuentra preparado para cumplir su deber.

Cara a la muerte, ¡sereno! Así te quiero. No con el estoicismo frío del pagano; sino con el fervor del hijo de Dios, que sabe que la vida se muda, no se quita. ¿Morir?... No! ¡Vivir!, ¡Sí!.

La corona que vale la pena

Doctor en Derecho y en Filosofía, preparaba una oposición a cátedra, en la Universidad de Madrid. Dos carreras brillantes, realizadas con brillantez. Recibí un aviso suyo: estaba enfermo, y deseaba que fuera a verle. Llegué a la pensión, donde se hospedaba. "Padre, me muero", fue su saludo. Le animé, con cariño. Quiso hacer confesión general. Aquella noche falleció.
Un arquitecto y un médico me ayudaron a amortajarle. Y, a la vista de aquel cuerpo joven, que rápidamente comenzó a descomponerse..., coincidimos los tres en que las dos carreras universitarias no valían nada, comparadas con la carrera definitiva que, buen cristiano, acababa de coronar.

Todo se arregla, menos la muerte... Y la muerte lo arregla todo.

¿Qué son los Novísimos para la Iglesia Católica?

El cielo, la muerte, el purgatorio…

En los Libros Santos se llaman Novísimos a las cosas que sucederán al hombre al final de su vida, la muerte, el juicio, el destino eterno: el cielo o el infierno. La Iglesia los hace presentes de modo especial durante todo el mes de noviembre. A través de la liturgia, se invita a los cristianos a meditar sobre estas realidades que sucederán al ser humano.

1. ¿Qué hay después de la muerte? ¿Dios juzga a cada persona por su vida?

El Catecismo de la Iglesia católica enseña que «la muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo» «Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo.
Bien a través de la purificación, el purgatorio, bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo, ó bien para condenarse inmediatamente para siempre en el infierno eterno».

En este sentido, San Juan de la Cruz habla del juicio particular de cada como diciendo que «a la tarde, te examinarán en el amor». Catecismo de la Iglesia Católica, 1021-1022

"Me hizo gracia que hable usted de la 'cuenta' que le pedirá Nuestro Señor a cada uno de vosotros. No, para ustedes Jesús no será Juez —en el sentido austero de la palabra— sino simplemente Jesús" el amigo fiel. —Esta frase, escrita por un Obispo santo, que ha consolado a más de un corazón afligido, bien puede consolar el tuyo.

2. ¿Quiénes van al cielo? ¿Cómo es el cielo?

El cielo es "el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha”. San Pablo escribe: "Ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó por pensamiento de hombre las cosas que Dios ha preparado para los que le aman" (1Cor 2, 9).

Después del juicio particular, los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados van al cielo.
Viven en Dios, lo ven tal cual es. Están para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, gozan de su felicidad, de su Bien, de la Verdad y de la Belleza de Dios. ¡Toda esta bienaventuranza es para siempre, jamás termnina!.

Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con Ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama el cielo. Es Cristo quien, por su muerte y Resurrección, nos ha “abierto el cielo”. Vivir en el cielo es "estar con Cristo" (cf. Jn 14, 3; Flp 1, 23; 1 Ts 4,17). Los que llegan al cielo viven "en Él", aún más, encuentran allí su verdadera identidad. (Catecismo de la Iglesia católica, 1023-1026)

Mienten los hombres cuando dicen "para siempre" en cosas temporales. Sólo es verdad, con una verdad total, el "para siempre" de la eternidad. —Y así has de vivir tú, con una fe que te haga sentir sabores de miel, dulzuras de cielo, al pensar en esa eternidad, ¡que sí es para siempre!

Piensa qué grato es a Dios Nuestro Señor el incienso que en su honor se quema; piensa también en lo poco que valen las cosas de la tierra, que apenas empiezan ya se acaban... En cambio, un gran Amor te espera en el Cielo: sin traiciones, sin engaños: ¡todo el amor, toda la belleza, toda la grandeza, toda la ciencia...! Y sin empalago: te saciará sin saciar.

Si transformamos los proyectos temporales en metas absolutas, cancelando del horizonte la morada eterna y el fin para el que hemos sido creados —amar y alabar al Señor, y poseerle después en el Cielo—, los más brillantes intentos se tornan en traiciones, e incluso en vehículo para envilecer a las criaturas.
Recordad la sincera y famosa exclamación de San Agustín, que había experimentado tantas amarguras mientras desconocía a Dios, y buscaba fuera de El la felicidad: ¡nos creaste, Señor, para ser tuyos, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en Ti!

En la vida espiritual, muchas veces hay que saber perder, cara a la tierra, para ganar en el Cielo. —Así se gana siempre.

3. ¿Qué es el purgatorio? ¿Es para siempre?

Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo. La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos, que es completamente distinta del castigo de los condenados.

Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2 M 12, 46).
Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios.
La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos.
(Catecismo de la Iglesia católica, 1030-1032).

No quieras hacer nada por ganar mérito, ni por miedo a las penas del purgatorio: todo, hasta lo más pequeño, desde ahora y para siempre, empéñate en hacerlo por dar gusto a Jesús.
El purgatorio es una misericordia de Dios, para limpiar los defectos de los que desean identificarse con El.

"Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas". —Luego, ¿el hombre pecador tiene su hora? —Sí..., ¡y Dios su eternidad!

4. ¿Existe el infierno?

Infierno significa permanecer separados de Dios –de nuestro Creador y nuestro fin- para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados del cielo es lo que se designa con la palabra infierno, porque no ver nunca más a Dios, no estar a su lado, ni gozar de todo lo bueno que Dios posee, es un verdadero infierno y es para toda la etenidad.

Morir en pecado mortal, sin estar arrepentidos ni acoger el amor misericordioso de Dios es elegir este tremendo fin para siempre.

La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, "el fuego eterno".
La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.

Jesús habla con frecuencia de la gehenna y del fuego que nunca se apaga, reservado a los que, hasta el fin de su vida, rehúsan creer y convertirse, y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo. La pena principal del infierno es «la separación eterna de Dios, en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira.

Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión:"Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida!;
y pocos son los que la encuentran" (Mt 7, 13-14):

(Catecismo de la Iglesia católica, 1033-1036)

No me olvidéis que resulta más cómodo —pero es un descamino— evitar a toda costa el sufrimiento, con la excusa de no disgustar al prójimo: frecuentemente, en esa inhibición se esconde una vergonzosa huida del propio dolor, ya que de ordinario no es agradable hacer una advertencia seria. Hijos míos, acordaos de que el infierno está lleno de bocas cerradas.

Un discípulo de Cristo nunca razonará así: "yo procuro ser bueno, y los demás, si quieren..., que se vayan al infierno".
Este comportamiento no es humano, ni es conforme con el amor de Dios, ni con la caridad que debemos al prójimo.

Sólo el infierno es castigo del pecado. La muerte y el juicio no son más que consecuencias, que no temen quienes viven en gracia de Dios.

5. ¿CUÁNDO SERÁ EL JUICIO FINAL? ¿EN QUÉ CONSISTIRÁ?

La resurrección de todos los muertos, "de los justos y de los pecadores" (Hech 24, 15), precederá al Juicio final.
Esta será "la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz [...] y los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación" (Jn 5, 28-29).

Entonces, Cristo vendrá "en su gloria acompañado de todos sus ángeles [...] Serán congregadas delante de Él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda [...] E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna." (Mt 25, 31. 32.

El Juicio final sucederá cuando vuelva Cristo glorioso. Sólo el Padre conoce el día y la hora en que tendrá lugar; sólo Él decidirá su advenimiento. Entonces Él pronunciará por medio de su Hijo Jesucristo, su palabra definitiva sobre toda la historia.
Nosotros conoceremos el sentido último de toda la obra de la creación y de toda la economía de la salvación, y comprenderemos los caminos admirables por los que su Providencia habrá conducido todas las cosas a su fin último.

El Juicio final revelará que la justicia de Dios triunfa sobre todas las injusticias cometidas por sus criaturas y que su amor es más fuerte que la muerte (cf. Ct 8, 6).

El mensaje del Juicio final llama a la conversión mientras Dios da a los hombres todavía "el tiempo favorable, el tiempo de salvación" (2 Co 6, 2). Inspira el santo temor de Dios. Compromete para la justicia del Reino de Dios. Anuncia la "bienaventurada esperanza" (Tt 2, 13) de la vuelta del Señor que "vendrá para ser glorificado en sus santos y admirado en todos los que hayan creído" (2 Ts 1, 10).

Catecismo de la Iglesia católica, 1038-1041

“Conozco a algunos que no tienen fuerzas ni para pedir socorro”, me dices disgustado y apenado. —No pases de largo; tu voluntad de salvarte y de salvarles puede ser el punto de partida de su conversión. Además, si recapacitas, advertirás que también a ti te tendieron la mano.

El mundo, el demonio y la carne son unos aventureros que, aprovechándose de la debilidad del salvaje que llevas dentro, quieren que, a cambio del pobre espejuelo de un placer —que nada vale—, les entregues el oro fino y las perlas y los brillantes y rubíes empapados en la sangre viva y redentora de tu Dios, que son el precio y el tesoro de tu eternidad.

Por salvar al hombre, Señor, mueres en la Cruz; y, sin embargo, por el rechazo a la salvación, el hombre se condena a sí mismo a una eternidad infeliz de tormentos...: ¡cuánto te ofende el pecado Dios mío, y cuánto debo yo odiarlo!

Al final de los tiempos Dios ha prometido cielo nuevo y una tierra nueva ¿Qué debemos esperar?
La Sagrada Escritura llama "cielos nuevos y tierra nueva" a esta renovación misteriosa que transformará la humanidad y el mundo (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1). Esta será la realización definitiva del designio de Dios de "hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra" (Ef 1, 10).

Para el hombre esta consumación será la realización final de la unidad del género humano, querida por Dios desde la creación y de la que la Iglesia peregrina era "como el sacramento" (LG1). Los que estén unidos a Cristo formarán la comunidad de los rescatados, la Ciudad Santa de Dios. Ya no será herida por el pecado, las manchas, el amor propio, que destruyen o hieren la comunidad terrena de los hombres. La visión beatífica de Dios será la fuente inmensa de felicidad, de paz y de comunión mutua.

"Ignoramos el momento de la consumación de la tierra y de la humanidad, y no sabemos cómo se transformará el universo.

Ciertamente, la figura de este mundo, deformada por el pecado, pasa, pero se nos enseña que Dios ha preparado una nueva morada y una nueva tierra en la que habita la justicia y cuya bienaventuranza llenará y superará todos los deseos de paz que se levantan en los corazones de los hombres"(GS 39).

"No obstante, la espera de una tierra nueva no debe debilitar, sino más bien avivar la preocupación de cultivar esta tierra, donde crece aquel cuerpo de la nueva familia humana, que puede ofrecer ya un cierto esbozo del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente el progreso terreno del crecimiento del Reino de Cristo, sin embargo, el primero, en la medida en que puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa mucho al Reino de Dios" (GS 39).

Catecismo de la Iglesia Católica, 1043-1049

Quien entiende el reino que Cristo propone, advierte que vale la pena jugarse todo por conseguirlo: es la perla que el mercader adquiere a costa de vender lo que posee, es el tesoro hallado en el campo. El reino de los cielos es una conquista difícil:
nadie está seguro de alcanzarlo, pero el clamor humilde del hombre arrepentido logra que se abran sus puertas de par en par.
Sí queremos ganar el cielo, amemos mucho a Dios ayudando al prójimo en todo lo posible y en todo lo que esté a nuestro alcance,
invoquemos al Espíritu Santo que nos ayudará a que encontremos la forma de hacerlo, ya sea en forma corporal o espiritual.

En esta tierra, la contemplación de las realidades sobrenaturales, la acción de la gracia en nuestras almas, el amor al prójimo como fruto sabroso del amor a Dios, suponen ya un anticipo del Cielo, una incoación destinada a crecer día a día.
No soportamos los cristianos una doble vida: mantenemos una unidad de vida, sencilla y fuerte en la que se funden y compenetran todas nuestras acciones.
Cristo nos espera. Vivamos ya como ciudadanos del cielo, siendo plenamente ciudadanos de la tierra, en medio de dificultades, de injusticias, de incomprensiones, pero también en medio de la alegría y de la serenidad que da el saberse hijo amado de Dios. El tiempo es nuestro tesoro, el "dinero que necesitamos" para comprar la eternidad.

Recordemos que el amor al prójimo es la forma más perfecta para manifestar la gloria de Dios.

¿Qué haremos en favor del prójimo?

En Romanos 12: 6-8 nos dice:
Tenemos dones diferentes, según la gracia que Dios ha dado a cada uno. Si hemos recibido el don de la profecía, hablemos según el don recibido; si hemos recibido la capacidad para prestar algún servicio, hay que servir; el que ha recibido el don de enseñar, que enseñe; el que ha recibido el don de aconsejar, que dé consejos; quien ha recibido el don de socorrer a los necesitados, que lo haga con alegría; si tienes el don del mando, que se preocupe de hacerlo bien; si tienes el don de distribuir que dé sin medidas.

También está el don de la oración; quien tenga este don que rece por todos sin distinción, de cualquier manera se puede ayudar al prójimo, basta hacerlo con dedicación y amor a Dios.

¿CUÁL ES COMPRENSIÓN BIBLICA DE LA IRA DE DIOS?"

La respuesta a la ira es definida como “la respuesta emocional a la percepción del mal y la injusticia en el mundo,” con frecuencia traducido como “enojo”, “indignación”, “cólera”, “irritación”, "venganza". Tanto los humanos como Dios expresan la ira.
Pero hay una gran diferencia entre la ira de Dios y la ira del hombre. La ira de Dios es santa y siempre es justa y tiene su razón ampliamente justificada; la ira del hombre nunca es santa, es vengativa y rara vez justificada.

La ira de Dios es Santa y perfecta porque hace verdadera justicia, en contraste, la ira del humano es imperfecta sólo tiende a la venganza, a dañar y a destruir.

En el Antiguo Testamento, la ira de Dios es una divina respuesta al pecado y la desobediencia del hombre. La idolatría era con frecuencia la causa de la ira divina. El Salmo 78:56-66 describe la idolatría de Israel. La ira de Dios es consistentemente dirigida hacia aquellos que no siguen Su voluntad (Deuteronomio 1:26-46; Josué 7:1; Salmo 2:1-6).

Los profetas del Antiguo Testamento, a menudo escribían acerca de un día en el futuro, el “día de la ira” (Sofonías 1:14-15).
La ira de Dios contra el pecado y la desobediencia es perfectamente justificada porque Su plan para la humanidad es santo y perfecto, así como Dios Mismo es santo y perfecto. Dios proporcionó un camino para ganar el favor divino –el arrepentimiento – el cual aleja la ira de Dios sobre el pecador. Rechazar ese plan perfecto es rechazar el amor, la misericordia, la gracia y el favor de Dios e incurrir en Su justa ira.

En el Nuevo Testamento, las enseñanzas de Jesús apoyan el concepto de Dios como un Dios de ira que juzga el pecado.
La historia del hombre rico y Lázaro, habla del juicio de Dios y las serias consecuencias para el pecador no arrepentido (Lucas 16:19-31).

Jesús dijo en Juan 3:36 que, “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.”

El que cree en el Hijo de Dios no sufrirá la ira de Dios por su pecado, porque el Hijo llevó en Él la ira de Dios cuando murió en la cruz en nuestro lugar (Romanos 5:6-11). Aquellos que no creen en el Hijo de Dios, quienes no lo reciben como Salvador, serán juzgados en el día de la ira de Dios (Romanos 2:5-6).

Por el contrario, en Romanos 12:19; Efesios 4:26 y Colosenses 3:8-10, se advierte sobre la ira humana.
Sólo Dios puede vengarse porque Su venganza es perfecta y santa, mientras que la ira del hombre es pecaminosa, exponiéndose a la influencia de satanás.

Para el cristiano, el enojo y la ira son inconsistentes con nuestra nueva naturaleza, la cual es la naturaleza de Cristo Mismo (2 Corintios 5:17). Para comprender lo que es la libertad del dominio de la ira, el creyente necesita que el Espíritu Santo santifique y limpie su corazón de sentimientos de ira y enojo.

Romanos 8 muestra la victoria sobre el pecado en la vida de aquel que está viviendo en el Espíritu (Romanos 8:5-8). Filipenses 4:4-7 nos dice que la mente controlada por el Espíritu está llena de paz.

La ira de Dios es algo temible y aterrador con sólo pensarlo estremece todos los huesos. Sólo aquellos que han estado cubiertos por la sangre de Cristo, derramada por nosotros en la cruz, pueden estar seguros de que la ira de Dios nunca caerá sobre ellos.
“Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por Él seremos salvos de la ira de Dios.” (Romanos 5:9).

DIES IRAE, HECHO MÚSICA.

La inspiración para este himno parece venir de la Vulgata latina en su traducción de Sofonías I:15–16: Es interesante en la primera estrofa la mención de la Sibila, que adquiere un carácter profético, anunciador del fin del mundo junto con el profeta David.
El prestigio de las sibilas en el mundo católico parece deberse a su aparición (concretamente de la Sibila de Cumas) en la Egloga IV de Virgilio, tan apreciada por autores católicos de los primeros siglos. Es importante prestar atención a la letra.

DIE IRAE

Día de la ira, aquel día
en que los siglos se reduzcan a cenizas;
como testigos el rey David y la Sibila.
¡Cuánto terror habrá en el futuro
cuando el juez haya de venir
a juzgar todo estrictamente!
La trompeta, esparciendo un sonido admirable
por los sepulcros de todos los reinos
reunirá a todos ante el trono.

La muerte y la Naturaleza se asombrarán,
cuando resucite la criatura
para que responda ante su juez.
Aparecerá el libro escrito
en que se contiene todo
y con el que se juzgará al mundo.

Así, cuando el juez se siente
lo escondido se mostrará
y no habrá nada sin castigo.
¿Qué diré yo entonces, pobre de mí?
¿A qué protector rogaré
cuando apenas el justo esté seguro?
Rey de tremenda majestad
tú que, salvas gratuitamente a los que hay que salvar,
sálvame, fuente de piedad.

Acuérdate, piadoso Jesús
de que soy la causa de tu calvario;
no me pierdas en este día.
Buscándome, te sentaste agotado
me redimiste sufriendo en la cruz
no sean vanos tantos trabajos.

Justo juez de venganza
concédeme el regalo del perdón
antes del día del juicio.
Grito, como un reo;
la culpa enrojece mi rostro.
Perdona, Señor, a este suplicante.

Tú, que absolviste a Magdalena
y escuchaste la súplica del ladrón,
me diste a mí también esperanza.
Mis plegarias no son dignas,
pero tú, al ser bueno, actúa con bondad
para que no arda en el fuego eterno.

Colócame entre tu rebaño
y sepárame de los machos cabríos
situándome a tu derecha.
Confundidos los malditos
arrojados a las llamas voraces
hazme llamar entre los benditos.
Te lo ruego, suplicante y de rodillas,
el corazón acongojado, casi hecho cenizas:
hazte cargo de mi destino.

Día de lágrimas será aquel renombrado día
en que resucitará, del polvo
para el juicio, el hombre culpable.
A ese, pues, perdónalo, oh Dios.
Señor de piedad, Jesús,
concédeles el descanso. Amén.





"MÍA ES LA VENGANZA, YO PAGARÉ, DICE EL SEÑOR"

No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está:
Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer;
si tiene sed, dale de beber; pues haciendo esto, amontonarás brasas ardientes sobre su cabeza. No seas partícipe de lo malo, sino vence al mal con el bien.

En Mateo 8, 28-29 vemos; Cuando Jesús llegó a la otra orilla, a la región de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros. Eran tan feroces, que nadie podía pasar por ese camino.
Y comenzaron a gritar: "¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?"

Aquí los endemoniados saben perfectamente quien es Jesús, saben de su poder y hablan del tormento que sufrirán en el día de la Ira de Dios, ése día será tan terrible que los sufrimientos que les esperan hacen que le pregunten a Jesús; ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?.

El día de la ira de Dios, no sólo los demonios, sino también satanás y las almas de los humanos condenadas sufrirán la terrible ira de Dios. Esta ira no es venganza solamente sino verdadera justicia sobre todos los hacedores del mal, los que desobedecieron a Dios, todos los que rechazaron a Jesús como único Salvador del mundo, todos los que se burlaron de sus leyes y de su iglesia, todos los que pecan sin arrepentirse ni pedir perdón y todos los que siguen a satanás, sufrirán irremediablemente la ira de Dios.

Jesús siendo Dios bajó a este mundo, sufrió terriblemente en la cruz y murió para que todos sean salvos, para que el humano tenga vida eterna en su nombre, sin embargo hay muchos que lo rechazan y que no creen que el es el Hijo de Dios, se mofan e insultan al único que puede darles la salvación de sus almas, es una obligación de todos nosotros rezar insistentemente a Dios para que cambie sus pensamientos y ablande sus corazones, para que oigan el llamado de Dios y crean en Jesús.

Recemos más que nunca por todos los seres humanos sin distinción, por toda la humanidad perdida y alejada de Dios. Por los pecadores; por la conversión de todos los pecadores. Para que la Santísima Virgen María con su poder le arranque almas al demonio especialmente las más empedernidas, las que están más próximas de ir al infierno. Amén, amén, amén.

25 de junio de 2014

La Eternidad o la Vida Eterna.

Dies Irae (Dia de Ira)--->
<---Las Glorias del Cielo



La vida eterna es la que comienza inmediatamente después de la muerte de cada persona. Esta vida no tendrá fin; será precedida para cada uno de nosotros por un juicio particular por parte de Jesucristo, como juez de vivos y muertos, y será ratificada en el juicio final. (Catecismo de la Iglesia Católica # 1020, 1051).
En este juicio es donde cada uno tendrá que rendir cuentas de todo lo que hizo en la tierra, es decir todo lo bueno y todo lo malo. Todo quedará al descubierto, y ante nuestro ojos veremos la obra de nuestras manos, por eso en la biblia se habla de cosechar y segar: No os engañéis; de Dios nadie se ríe, pues todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará.(Gálatas 6,7).

¿QUÉ ES LA VIDA ETERNA?

Dios quiere que sepamos qué es la vida eterna y que la recibamos con alegría, no quiere que esperemos morir para saberlo. Jesús nos explica qué es la vida eterna y cómo obtenerla.

Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Juan 17:3

La vida eterna es conocer al ÚNICO Dios Verdadero, y a su Hijo Jesucristo a quién El envió para salvarnos de los consecuencias nefastas del pecado, que es la muerte eterna, es decir el infierno. Cuando conocemos al Dios Verdadero y a Jesucristo como Salvador y Señor, obtenemos la vida eterna, la cual empieza a sonar en nosotros, en el momento que reconocemos esta maravillosa verdad.
Una verdad que no es revelada mediante la carne ni sangre (las personas), sino mediante Dios Padre y a quien Jesucristo se lo quiera revelar.

Dios en el antigüo testamento dice: “Clama a MI, y yo te responderé, y te enseñare cosas grandes y ocultas que tu no conoces”.
Es necesario buscarlo con un corazón dispuesto y humilde, abrir las Escrituras y meditar en ellas; ser pobres de espíritu reconociendo que necesitamos conocer al Dios verdadero y no al dios que nos hemos creado con nuestra mente.
No es creer en Dios lo que nos dará la vida eterna, los demonios también creen en Dios y tiemblan (porque saben que el Día de Ira (Dies Irae) se acerca); sino conocer al ÚNICO Dios Verdadero es lo que nos dará la vida eterna, mediante un encuentro personal e íntimo en nuestro corazón con Jesucristo.

Mediante la oración constante y diaria y la conversación con Dios, tendremos un encuentro íntimo con Jesús y conoceremos al ÚNICO Dios verdadero.

Por eso, la vida eterna es un estado, del cual cada uno de nosotros adquiriremos inmediatamente después de morir. En el momento de morir, la persona tendrá un instante donde se juega su felicidad o condenación eterna. Es decir; nosotros somos los que labraremos nuestra propia felicidad o desgracia eterna, aceptando ó rechazando a Jesucristo como nuestro Salvador.
Es el mismo hombre quién se salva o se condena, Dios no condena a nadie, es más Dios desea, anhela, y quiere la salvación de todos los seres humanos, sin excepción alguna.

Dios anhela fervientemente la salvación eterna de una persona, es más le ruega, le implora, que acepte su Misericordia, y muchas veces unos instantes antes de morir, la persona siente un arrepentimiento interior, una ganas de pedir perdón, que sólo se hace efectiva si el hombre busca ése arrepentimiento y ése perdón.

Sí es así, la persona, siente paz, y Dios en su infinita Misericordia, muchas extiende la vida de persona y le da unas más tiempo, días u horas para llamar al sacerdote, para confesarse y comulgar. Luego la persona está lista para ir al cielo, aunque en su tramo definitivo el diablo querrá arrebatar ésa alma en un intento final, pero la fuerza de la confesión y la comunión hace que el alma se fortifique y rechace totalmente al diablo.

Sin embargo si una persona se mantiene duro de corazón, pensando que Dios no existe, que todo es un invento de los sacerdotes, no abre su corazón a Dios, ó aunque no crea en Dios, la persona abre su corazón con humildad y reconoce que algo hay superior a él, algo que la persona desconoce por ignorancia o por negligencia.

Pero si sigue empecinada y rechaza todo lo que sea de la iglesia y los medios que Dios dispone para la salvación del hombre, y si apesar de todo sigue endurecido y no demuestra un poco de humildad, Dios no puede hacer nada por más que quiera salvarlo, pues el libre albedrío que cada uno tiene en decidir el bien o el mal, se manifiesta plemamente en el momento de abandonar el cuerpo, es decir en la muerte, y de aquí en más así permanecerá para siempre, sin fin.

Es la decisión final de rechazo que tomó la mujer condenada, ver: click aquí---> Carta de un alma condenada.
Y en ése estado de condenación eterna permanecerá y nunca cambiará, en cuerpo y alma, que se manifestará en la resurrección de los cuerpos, en el último día.

DIÁLOGO ENTRE JESÚS Y EL ALMA DESESPERADA

– Jesús: Oh alma sumergida en las tinieblas, no te desesperes, todavía no todo está perdido, habla con tu Dios que es el Amor y la Misericordia Misma. Pero, desgraciadamente, el alma permanece sorda ante la llamada de Dios y se sumerge en las tinieblas aún mayores, no presta atención a los llamados de Dios.

– Jesús vuelve a llamar una y otra vez: Alma, escucha la voz de tu Padre Misericordioso.

En el alma se despierta la respuesta: Para mí ya no hay misericordia, no hay salvación. Y cae en las tinieblas aún más densas, en una especie de desesperación que le da la anticipada sensación del infierno y la hace completamente incapaz de acercarse a Dios y rogarle por su salvación.

Jesús habla nuevamente al alma e insiste porque sabe que se acerca la hora de la muerte, pero el alma está sorda y ciega, empieza a afirmarse en la dureza de corazón y la desesperación.

Entonces empiezan en cierto modo a mover las entrañas de la Misericordia de Dios y sin ninguna cooperación de parte del alma, Dios le da una última y definitiva gracia que la salve del infierno.
Si el alma (persona) la desprecia y la rechaza, Dios no puede hacer nada, la deja ya en el estado en que ella quiere permanecer por toda la eternidad.

Esta gracia sale del Corazón Misericordioso de Jesús y alcanza el alma con su luz y el alma empieza a comprender el esfuerzo de Dios, pero la conversión depende del la persona. Su alma sabe que esta gracia es la última que Dios le proporciona, después de ésto, no hay más Misericordia, después de esta gracia despreciada viene el juicio personal, y más tarde el el día de Ira, que todos los condenados experimentaran llamado Dies Irae.

Si embargo, si la persona muestra un solo destello de buena voluntad aunque sea el más pequeño, el mínimo, la Misericordia de Dios, se despliega y con toda su fuerza y omnipotencia realizará el resto.

– [Jesús]: Aquí actúa la Omnipotencia de Mi Misericordia, "feliz" el alma que aproveche esta gracia.

– Jesús: Con cuánta alegría se llena Mi Corazón cuando un alma vuelve a Mí. La veo muy débil, por lo tanto la tomo en Mis propios brazos y la llevo a casa de Mi Padre.

– El alma como si se despertara: ¿Es posible que haya todavía misericordia para mí? pregunta llena de temor.

– Jesús: Precisamente tú, alma Mía, tienes el derecho exclusivo a Mi misericordia. Permite a Mi misericordia actuar en ti, en tu pobre alma; deja entrar en tu alma los rayos de la gracia, ellos introducirán luz, calor y vida.

– El alma: Sin embargo me invade el miedo tan sólo al recordar mis pecados y este terrible temor que me empuja a dudar en Tu infinita bondad.

– Jesús: Has de saber, oh alma, que todos tus pecados no han herido tan dolorosamente Mi Corazón como tu actual desconfianza. Después de tantos esfuerzos de Mi amor y Mi misericordia por tí, no te fías de Mi bondad.

– El alma: Oh Señor, sálvame Tú mismo, porque estoy pereciendo; sé mi Salvador. Oh Señor, no soy capaz de decir otra cosa, mi pobre corazón está desgarrado, pero Tú, Señor...

Jesús no permite al alma terminar estas palabras, la levanta del suelo, del abismo de la miseria y en un solo instante la introduce a la morada de su propio Corazón, y todos los pecados desaparecen en un abrir y cerrar de ojos, destruidos por el ardor del amor de Jesús.

– Jesús: He aquí, oh alma, todos los tesoros de Mi Corazón, toma de él todo lo que necesites.

– El alma: Oh Señor, me siento inundada por Tu gracia, siento que una vida nueva ha entrado en mí y, ante todo, siento Tu amor en mi corazón, eso me basta. Oh Señor, por toda la eternidad glorificaré la omnipotencia de Tu misericordia; animada por Tu bondad, Te expresaré todo el dolor de mi corazón.

– Jesús: Di todo, alma mía, sin ningún reparo, porque te escucha el Corazón que te ama, el Corazón de tu mejor amigo.
– El alma: Oh Señor, ahora veo toda mi ingratitud y Tu bondad. Tú me perseguías con Tu gracia y yo frustraba todos tus esfuerzos; veo que he merecido el fondo mismo del infierno por haber malgastado Tus gracias.

Jesús interrumpe las palabras del alma y [dice]: No te abismes en tu miseria, eres demasiado débil para hablar; mira más bien Mi Corazón lleno de bondad, absorbe Mis sentimientos y procura la dulzura y la humildad. Sé misericordiosa con los demás como Yo soy misericordioso contigo y cuando adviertas que tus fuerzas se debilitan, ven a la Fuente de la Misericordia y fortalece tu alma, y no pararás en el camino.

– El alma: Ya ahora comprendo Tu misericordia que me protege como una nube luminosa y me conduce a casa de mi Padre, salvándome del terrible "infierno" que por muy justo he merecido no una sino mil veces. Oh Señor, la eternidad no me bastará para glorificar dignamente Tu misericordia insondable, Tu compasión por mí.

SEÑOR SON POCOS LOS QUE SE SALVAN.


LA CLAVE FUNDAMENTAL PARA LA VIDA ETERNA

Es aceptar a Dios, a Jesucristo. Es aceptar su Misericordia inmediatamente después de la muerte de cada persona.
Convencernos de que sin Jesucristo no hay salvación. Él es el único que salva nuestra alma del infierno eterno.
No busquemos en ningún otra la salvación de nuestra alma, sino solamente en Jesucristo, Dios, Señor y Salvador nuestro.
¿Cómo ejercitar la Misericordia de Dios en nosotros?

Ejercitando la oración diaria, el rezo del Santo Rosario, de la Coronilla de Jesús Misericordioso, del Vía Crucis, del Rosario de las Santas Llagas de Jesús, etc, ó cualquier oración.

Ejercitar tanto las obras de misericordia espirituales como corporales;
ejercitando el amor al prójimo, ayudando a quien tenemos cerca. Rezando por las necesidades del mundo entero, por los difuntos, por las almas del purgatorio, por los agonizantes, etc.
Ofreciendo nuestras oraciones al Padre Eterno através de Jesucristo y por los méritos infinitos de su dolorosa pasión.
Ofrecer también todos los sufrimientos que Dios quiera permitir en nosotros. Aceptándolo con paciencia y resignación. Cuando nos llegue la hora del sufrimiento, nada mejor que la oración constante a Jesús y María.
Y las oraciones por excelencia son el Vía Crucis, y Rosario, la Coronilla. Así y de esta forma, si somos misericordiosos, Dios lo será mucho más en el momento de nuestra muerte.

EL MILAGRO DEL ARREPENTIMIENTO

Después de que Dios nos llama, el arrepentimiento es el primer paso en nuestra relación con Dios. Sin el arrepentimiento, nos encontramos apartados de nuestro Padre: “He aquí que no se ha acortado la mano del Eterno para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestros pecados han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” (Isaías 59:1-2).

Sin embargo, él quiere que todos se arrepientan y se conviertan en hijos suyos (2 Pedro 3:9; Juan 1:12). Para que esto pueda suceder, Dios en su gran misericordia empieza a guiarnos al arrepentimiento (Romanos 2:4).
Cabe de notar cómo el apóstol Pedro enseñó a quienes Dios estaba llamando. En su primer sermón, el cual predicó en la Fiesta de Pentecostés, Pedro dijo: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificastéis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”.

Aquellos que le escuchaban “se compungieron de corazón” y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” Pedro respondió: “Arrepentíos, y bautícese cada uno vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:36-38).

Pero ¿qué significa arrepentirse?

Entre las definiciones se incluyen:

1°- apartarse afligido de la antigüa forma de actuar;

2° - cambiar positívamente el modo de pensar;

3° - sentir profundo remordimiento o contrición de muestras malas acciones;

4° - entristecerse reconociendo uno mismo su culpabilidad ante Dios;

5° - aborrecer los pecados anteriores;

6° - alejarse completamente del pecado y de las ocasiones de pecar.

La Biblia describe el arrepentimiento como un profundo reconocimiento de nuestros pecados y la consiguiente tristeza que nos hace cambiar nuestro modo de pensar y actuar. El apóstol Pablo lo explicó de esta manera: “Porque la tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte". (2 Corintios 7: 10).
La tristeza del mundo es superficial, de manera que no produce un cambio verdadero y permanente. Pero la tristeza que es según Dios nos permite ver cuán perversos somos como humanos; nos hace poner nuestra esperanza en Dios y nos lleva a hacer un compromiso profundo que realmente transforma nuestro modo de pensar y actuar.

La esencia del arrepentimiento es el cambio: dejar nuestra antigua forma de vivir para obedecer y servir a Dios. Pedro, en el sermón que citamos anteriormente, describió el arrepentimiento como una profunda y sincera expresión de sumisión a Dios. Esto es el resultado de haber reconocido nuestra culpabilidad ante Dios y lo que Jesús hizo como nuestro Salvador personal para reconciliarnos con el Padre (Romanos 5:8-10; 2 Corintios 5:18-20).
El arrepentimiento nos une al Padre y a Jesucristo en una relación extraordinaria.

En lo que se refiere a nuestra relación con Dios, debemos comprender desde un principio que el arrepentimiento es en sí un milagro. Vemos en la Biblia que la oportunidad de arrepentirnos es un don de Dios, que sólo es posible cuando él nos trae hacia sí. Jesús lo dijo claramente:
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere...” (Juan 6:44).
Es imposible que un ser humano, basado en sus propias fuerzas e intelecto, entregue su voluntad completamente a Dios.
Humanamente, no podemos comprender la profundidad del cambio que Dios desea en nuestra mente y corazón. Necesitamos ayuda incluso para entender lo que es el pecado. Por eso Dios tiene que concedernos el arrepentimiento (Hechos 11:18; 2 Timoteo 2:25).

Además, necesitamos la fuerza de voluntad —tanto el deseo como la decisión— de arrepentirnos. Este deseo también viene de Dios, “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13).

Aunque Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4), él no obliga a nadie a arrepentirse. Su benignidad y bondad nos guían al arrepentimiento (Romanos 2:4), pero él no decide por nosotros; la decisión sigue siendo nuestra. Quienes sinceramente se arrepienten se dan cuenta muy pronto de que Dios está obrando activamente en su vida, trabajando en ellos, para crear un profundo deseo de realizar los cambios necesarios para agradarle.

Queriendo saber qué es lo que Dios espera de ellos, estudian la Biblia, ejercen obras de misericordia, se entregan a la oración y la meditación de la Palabra de Dios, para así comprender mejor su voluntad. Tales personas desean someterse a Dios y vivir de acuerdo con sus instrucciones.

El estudio diligente y sincero de la Palabra de Dios, junto con un fuerte deseo de someternos a su voluntad, pronto nos permite ver dentro de nosotros los mismos deseos egoístas que dominan el comportamiento y la forma de pensar de todo ser humano. Empezamos a reconocer la influencia penetrante que tiene la “mente carnal”, como la llamó el apóstol Pablo (Colosenses 2:18), en nuestro pensar y actuar.

Pero primero, Dios tiene que convencernos del pecado (Juan 16:8) para que podamos arrepentirnos y así comprender cuán alejados estamos de sus caminos. Debemos ver el pecado dentro de nosotros y reconocer la hostilidad tan arraigada que tenemos contra Dios y sus leyes, “por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Romanos 8:7).

Reconocer el pecado en nosotros constituye un avance muy significativo, pues el primer paso para cambiar un mal hábito o evitar una mala acción es reconocer y aceptar que existe un problema. Debemos estar dispuestos a reconocer nuestras faltas y aceptar nuestra culpabilidad: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros” (1 Juan 1:9-10).

EL FINAL DEL CAMINO DEL SER HUMANO ES EL REINO DE DIOS

Todo cristiano sabe el final de este mundo es el Reino de Dios y la vida eterna, el final de nuestro viaje espiritual. Debemos tener en cuenta que el Reino de Dios constituye el tema central del evangelio que enseñó Jesucristo. En Marcos se nos dice que “Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” Mc 1:14-15.

Después de su resurrección, Jesús siguió hablando a sus discípulos acerca del Reino de Dios y cual era nuestra meta en este mundo, que la muerte no es el fín del hombre(Hechos 1:3).
Jesucristo regresará nuevamente a la tierra y establecerá el Reino de Dios: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15).

El Reino de Dios gobernará literalmente sobre toda la tierra, reemplazando a todos los gobiernos y autoridades humanas: “El Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero Él permanecerá para siempre” (Daniel 2:44).

Los primeros cristianos tenían los ojos puestos fijamente en el futuro Reino de Dios. El apóstol San Pablo declaró: “El Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial” (2 Timoteo4:18).

Y en Hechos 8:12 se explica que esta era una de las principales razones por las cuales la gente creía a Dios y se bautizaba: “Cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres”. Hoy, nosotros también debemos creer el evangelio y luchar por obtener la vida eterna no sólo para nosotros, sino para toda la humanida.(Marcos 1:15).

Heredaremos todas las cosas si permanecemos fieles a Dios durante toda nuestra vida aquí en la tierra, compartiremos con Cristo el papel de reyes y sacerdotes en su reino venidero (Apocalipsis 1:6).

Tenemos la enorme esperanza y la gran alegría de ser transformados en cuerpo y en espíritu en la resurreción de la carne y de recibir la vida eterna (1Tesalonicenses 4:14-17; 1Corintios 15:50-54).

Como hijos de Dios ya transformados en nuevo cuerpo y en espíritu fuerte, heredaremos “todas las cosas” —el universo entero— junto con Jesucristo (Hebreos 2:6-8; Romanos 8:17; Mateo 5:5; Apocalipsis 21:1-7)

Aunque en esta vida el ser humano, arrastrado por la corriente del mundo, puede negar y rechar a Dios, y así perder la salvación eterna, Dios habla acerca de nuestra salvación con muchos hechos.
A los que estén dispuestos a dedicarle su vida, a todos aquellos que recurran a Dios en momentos de dificultades, Dios les ofrece una maravillosa perspectiva:
"En él también vosotros, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Éste garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria".(Efesios 1:13-14).

Mientras busquemos activamente la voluntad de Dios y permitamos que el Espíritu Santo obre en nuestra vida, nuestra salvación futura está garantizada. Sí, Dios promete ayudarnos en cada paso del camino si nos arrepentimos y tenemos mucha confianza y fe, en que Él perdonará nuestros pecados, si nos bautizamos y esperamos en Dios, y si buscamos primeramente su reino venidero.

Dios nos hace una invitación y una promesa por medio del profeta Isaías: “Buscad al Eterno mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Eterno, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:6-7).

En 2 Tesalonicenses 2:13-15, Pablo escribió: “Nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra”.

Si Dios nos llama permanentemente, no cesa de llamarnos ni un instante de nuestra, muchas veces Dios utiliza la enfermedad o alguna desgracia para mover el corazón duro y ciego del hombre que enceguecido por el mundo.
El apóstol San Pedro también escribió: “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás en pecado. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 1:10-11).

¡Este es el único camino a la vida eterna, la plena confianza en Jesucristo y el amor a su Santísima Madre la Virgen María!

SANTA FAUSTINA KOWALSKA Y LA VIDA ETERNA

De los escritos de Santa Faustina, apostol de la Divina Misericoridia.

Una vez, Jesús me habló de un sacerdote que esos años (1934) tendría sufrimientos y serían un adorno de su vida sacerdotal. Los días de los sufrimientos parecen siempre más largos y que nunca terminan, pero también los días pasarán aunque lo hagan despacio, de manera que a veces nos parece que más bien van para atrás y no par adelante.
Pero el fin del sufrimiento en algún momento llegará y después vendrá un gozo eterno e inexpresable.

La eternidad, ¿quién puede concebir y comprender al menos esta palabra que proviene de Tí, oh Dios inconcebible, es decir, la eternidad?

Si la humanidad hiciera un momento de silencio y los hombres nos detuviéramos a pensar un poco sobre la eternidad, el mundo ciertamente no sería el que ahora es, y no serían tantos los que se condenan. Porque efectivamente da vértigo al meditar en esta realidad de lo eterno, porque al final de todo sólo quedarán dos cosas:
Cielo e infierno, ambos eternos.

¿Y nosotros en cuál de los dos abismos estaremos para siempre?

Pero no es que Dios, caprichosamente nos envíe a uno de estos dos lugares, no, sino que iremos donde mereceremos ir con toda justicia por la vida que llevamos en la tierra, y cómo estamos con Dios en el mismo momento de la muerte.
Así que estamos a tiempo todavía, porque el Señor nos da tiempo para meditar en esta realidad de la eternidad, para que luchemos esforzadamente para que sea una eternidad de luz, amor y felicidad, y no de horror y dolor.

Acojamos en nuestro corazón la Misericordia de Dios, que nos quiere en el Cielo, junto a Él, para que vivamos felices para siempre, junto a nuestros seres queridos.

Cuando estemos sufriendo, levantemos la mirada e intentemos aún en los momentos malos, de ver la eternidad, de meditar en la eternidad, en el cual encontraremos enorme alivio. La eternidad es tan inmensa, que no tiene comparación alguna, con lo que sufrimos de este mundo. Y es preferible sufrir aquí en la tierra algunos años, o muchos años, antes que padecer por toda la eternidad sin mérito alguno.

Jesús, en Vos confío.

EL ATRIBUTO MAS IMPORTANTE DE DIOS, LA MISERICORDIA

Los atributos son las cualidades o perfecciones que descubrimos en Dios y constituyen su esencia y ser.
De los atributos podemos decir que son diferentes denominaciones de una sola y simplicísima esencia de la perfección divina.

Pero el atributo más importante y la de mayor transcendencia es la de ser "MISERICORDIOSO".
La Misericordia es el atributo más importante de Dios.
Luego le sigue la Bondad, y por último el Amor.

Por lo tanto los atributos más importantes de Dios son:

El de ser un Dios Misericordioso.

El de ser un Dios Bondadoso.

El de ser un Dios Amoroso.

Pero el más destacable y más importante es su Misericordia. Pues la Misericordia de Dios lo encierra todo. Su Bondad y su Amor son excelentísimos, pero la Misericordia lo trasciende todo.

DIOS ES MISERICORDIOSO

La Misericordia es la disposición a compadecerse de los trabajos y miserias ajenas. Se manifiesta en la amabilidad, en la asistencia al necesitado, y especialmente en el perdón y la reconciliación. Es más que un sentido de simpatía, es una práctica de amor. La misericordia es también un sentimiento de pena o compasión por los que sufren, que impulsa a ayudarles o aliviarles; en determinadas ocasiones, es la virtud que impulsa a ser benévolo en el juicio o castigo. Dios es Misericordioso por excelencia y así lo demuestra la biblia:

Salmo 86 (85), 15: Dios misericordioso y clemente, magnánimo y de gran piedad.

Salmo 103 (102), 8: Dios es piadoso y benigno..... clementísimo......

Salmo 119 (118), 156: Muchas son tus ternuras, Oh, Dios, por tus juicios, vivifícame.

Salmo 136 (135): Famoso canto de acción de gracias reconociendo la bondad de Dios. ¡Dad gracias a Dios, porque es bueno, porque es eterno su amor!

Salmo 145 (144), 15-17: Los ojos de todos fijos en ti, esperan que les des a su tiempo el alimento; abres la mano tú y sacias a todo viviente a su placer. Dios es justo en todos sus caminos, en todas sus obras de Misericordia.

Isaías 49, 15: ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido.

Rom 8, 32: El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?

Además por la Misericordia de Dios los seres humanos obtenemos el perdón de nuestros pecados y por ende la vida eterna.

DIOS ES BONDADOSO

La Bondad que nosotros podemos tener es por participación de la de Dios, Él la tiene por esencia. Dios no es solo bueno, sino la bondad misma y el mismo amor. Por eso dijo Jesucristo: Nadie es bueno, sino sólo Dios. (Mc 10, 18) La bondad de Dios se diferencia de la del mismo sol. La pared solo tiene luz porque la recibe del sol, el cual no solo tiene luz, sino que es la misma fuente de la luz. Los seres creados solamente son buenos porque Dios les comunica su bondad. Dios es el supremo bien.

San Agustín afirma que nosotros existimos porque Dios es bueno. Y esto lo afirma el santo amparándose en el amor de padre que Dios nos tiene. Mucho ama un padre a sus hijos, pero más nos ama a nosotros. Por eso fácilmente podemos decir que el amor que Dios tiene a sus criaturas equivale a desearles todo bien y hacerles beneficios. ¿Cuáles son estos beneficios? Pues son grandes e innumerables. En el orden natural: la existencia, la conservación de la vida, la salud, los bienes de la tierra..... En el orden sobrenatural: los dones de la gracia... y al final de nuestros días, la vida eterna que nos tiene preparada.

San Francisco de Sales decía: la fuente del amor de Dios está siempre inexhausta, y no mengua aunque saquen de ella millones de hombres.

Al ver que Dios es tan bueno con nosotros nuestro deber es agradecer, corresponder a su gran amor. Amándole sobre todas las cosas, y debemos amarle,no precisamente porque tiene un mandamiento que nos dice: Amarás al Señor tu Dios con toda tu alma...., sino porque Él nos amó primero. (I Jn 4, 19).

La religión cristiana se resume en amar a Dios en sí mismo y amarle en el prójimo. En el amor al prójimo entran amigos y... enemigos.

Tampoco debemos olvidar que la Misericordia de Dios sobreabunda en el perdón. (Cfr. Lc 6, 36-38: «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá.)

DIOS ES AMOROSO

La Biblia nos dice que “Dios es Amor” (1 Juan 4:8). ¿Cómo podemos comprender este Amor? Hay muchos pasajes en la Biblia que nos dan la definición de Dios del amor. El versículo mejor conocido es Juan 3:16: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”.

Otro gran versículo sobre el amor de Dios se encuentra en Romanos 5:8: “Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”. En este versículo y en Juan 3:16, no encontramos condición alguna de la cual dependa el amor de Dios por nosotros. Dios no dice: “Tan pronto como limpies tus acciones, te amaré”; ni tampoco dice: “Sacrificaré a mi hijo si prometes amarme”.

Dios es Amor puro, y su amor es muy diferente al amor humano. El amor de Dios es incondicional y no se basa en sentimientos o emociones. No nos ama porque nosotros seamos fáciles de amar o porque le hagamos sentir bien; él nos ama porque él es Amor. Él nos creó para tener una relación amorosa con él y sacrificó a su propio hijo Jesús (quien también estaba dispuesto a morir por nosotros) para restaurar esa relación con Dios Padre.

Dios, nuestro Padre Celestial, nos ama más de lo que que podemos imaginar. Podemos ir en pos de Él cuando necesites aceptación, cuando necesites aprobación y cuando necesites atención.

Dios Amoroso ha visto cada momento de tu vida. Él ha sido testigo de cada palabra que has dicho — buena o mala — y cada herida que has experimentado. Dios conoce cada temor, cada pecado y cada dolor que has sentido alguna vez.

A diferencia de nuestros padres humanos, Dios conoce todos los pensamientos que hemos tenido y los ha comprendido perfectamente. Debemos acudir a Él, porque Él es un Padre dedicado, constante, Amoroso y más que competente. Nunca te dejará solo, siempre estará con nosotros en las buenas y en las malas.

Tal vez, has permitido que las experiencias con nuestros padres humanos hayan deformado o nublado el entendimiento del Padre Celestial y piensas que Dios es insensato, no confiable y despreocupado. Estamos equivocado, pero aún así, Dios nos ama tal cual somos y sin medida, porque Dios es Amor.

2 de febrero de 2014

Las Glorias del Cielo.

La Eternidad o La Vida Eterna--->
<---Los misterios del Reino de los Cielos


Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de Mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Mateo (25:34)
..yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn. 10:10).

Estas frases tan llena de alegría y mucha felicidad son de mucho ánimo y todo creyente desea oír de los labios de Jesucristo el Rey del universo, donde todos los santos y los justos entrarán definitivamente y para siempre en el Reino de los Cielos.
Un lugar que nadie sabe cómo es exactamente, pero Jesús nos da una enorme esperanza cuando dice acerca del Cielo; “Ni ojo vio, ni oído oyó, ni está en la mente del hombre, lo que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Cor 2, 9)

Procurar describir lo indescriptible con palabras que no pueden ni de lejos expresar la gloria del Cielo.
Dios ha hecho todas las cosas bien, por donde uno mire esta la obra perfecta de la creación; montañas, flores, aves, cielos, nubes, sol, plantas, paisajes, mares, ríos. Tantas maravillas que hay en el universo que aún ni la imaginamos, y tantas que hay en la tierra, que admiramos y contemplamos con la boca abierta, entonces, es de esperar que el Cielo sea algo mucho mejor, algo que ni imaginamos, algo que la mente humana no se puede imaginar. Será una sorpresa para todos aquellos que aman a Dios, algo que ni los más inteligentes ni los más sabios pueden describir.

Dios ha querido que sea una grata y enorme sorpresa de cómo será el Cielo, porque no se lo ha revelado a nadie, el creyente y fiel a Dios ha de esperar y creer en su palabra que será más que hermoso, más que bello, más que admirable.
No hay palabras humanas para definir lo que Jesús nos ha dicho acerca del Cielo; Ni ojo vio ni oído oyó...

LA BENDICIÓN DE LOS SANTOS EN EL CIELO

No hace falta estar en el altar de una iglesia para entrar en el cielo, todo aquel que tiene la enorme gracia de ir al Cielo después de la muerte, ya es santo. Pero si hay culpas que pagar, hay que purificarse de todo pecado, y para eso está el purgatorio, y la purificación es tan perfecta que hace que todo aquel que sale del lugar de expiación es santo para siempre revestido de la gloria de Dios.

Los santos reciben también las bendiciones del Cielo a partir de dos perspectivas diferentes. En primer lugar recibirán la libertad de vivir en el paraíso. En segundo lugar recibirán una comprensión exacta sobre lo que consiste la bendición eterna del alma y su salvación del infierno. Este acto hará que la persona (el alma) experimente una enorme gratitud a Dios, por haberle librado de las penas eternas de la condenación.
Los que van al Cielo no sufrirán la cólera de Dios, (pero sí cae sobre los que van al infierno). Quedan libres "de la ira venidera" (I Tesalonicenses 1:10.

El alma estará enormemente y eternamente agradecida a Dios, con cánticos de acción de gracias y alabanzas eternas a su Creador por haberlos librado de la muerte eterna del infierno.

Los moradores del Cielo quedarán libres del pecado, de las causas del pecado, y de las consecuencias del pecado.
El pecado es la causa de toda la miseria del mundo. El pecado es la razón por la cual el ser humano experimenta el dolor, la tristeza, las enfermedades, los odios, los celos, las envidias, las desuniones e incluso la muerte.

Dice la escritura: Pablo está de luto por el pecado y expresa en el lenguaje más fuerte su deseo de ser liberado de él:
¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?" (Romanos 7:24).
El verdadero hijo de Dios desea fervientemente vivir para siempre en un lugar alejado del pecado: un lugar donde él nunca cometerá ninguna falta contra Dios; un lugar en donde incluso nunca tendrá otro pensamiento pecaminoso. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.(Gálatas 5:17).

El Cielo es el lugar donde ya no existirá más ni la muerte ni el pecado. Esto se representa maravillosamente en el Apocalipsis 21:3-4 "Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el Tabernáculo de Dios con los hombres, y Él morará con ellos; y ellos serán Su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Limpiará Dios toda lágrima de los ojos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.

En el Cielo estarás libre de las tentaciones del diablo. Aquí el enemigo de las almas que asalta a los hombres diariamente.
Aquí "Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor vuestro buscando a quien devorar;" (I Pedro 5). En la tierra el diablo intenta tentarte de la misma forma que intentó hacer a Pedro.

Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 20:10). "El Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies." (Romanos 16:20).

En el Cielo ya no existirá el diablo para tentar a los santos con el pecado nunca más. En el Cielo, los santos estarán libres de las lujurias del mundo. Éstas son descritas por Juan como "los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo." (I Juan 2:16).
En el Cielo el santo estará libre de la influencia malvada del mundo, porque él habrá superado al mundo para siempre con la sangre de Jesucristo.

La bendición eterna del alma en el Cielo, según Pablo dijo es; "Ahora vemos por un espejo, oscuramente" (I Corintios 13:12). Ciertamente, el cuadro que ahora intentamos describir es oscuro comparado a la verdadera Gloria del Cielo.

¿Quién puede imaginar las cosas que ahora intentamos describir, el Cielo?

"Nunca entenderemos la gloria completamente hasta que estemos en el Cielo. Intentar decir algunas ideas borrosas y oscuras, sólo algunos trazos imperfectos de ese estado de gloria al cual los santos llegan después de la muerte."

La bendición del alma en la gloria consiste en por lo menos tres cosas:

1) Ver a Dios tal cual es.

2) La perfección de las gracias en el creyente.

3) La plenitud de la alegría eterna.

1° - VER A DIOS TAL CUAL ES

"Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios" (Mateo 5:8).

Los santos en el Cielo verán a Dios en toda Su majestad. Presenciarán la gloria infinita del Todopoderoso en tan gigantesca magnitud como ellos sean capaces de concebir. No Lo presenciarán solamente a la distancia, sino "cara a cara" (I Corintios 13:12).
En esto consiste principalmente la bendición de los santos en la gloria: en presenciar a Dios. Es imposible que un ser humano que es un ser finito pueda comprender a Dios. El Apocalipsis 22:5, describe algo de la gloria de ver a Dios:

No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos."

La gloria de Dios disipará la luz del sol como ahora la brillantez del sol disipa la oscuridad de la noche.
El Padre no se manifestará directamente en el Cielo porque a nosotros se nos dice en las Escrituras que Dios es invisible:
"Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén." (I Timoteo 1:17).

Se ha dicho de Cristo "Él es la imagen del Dios invisible" (Colosenses 1:15). El Padre no necesitará manifestarse de ninguna otra manera que con la gloria y majestad del Cristo exaltado. El Señor dijo a sus discípulos en la noche anterior a su muerte: "el que me ha visto a Mí ha visto al Padre" (Juan 14:9).

Jonathan Edwards, fue un teólogo, pastor congregacional y misionero para los nativoamericanos durante la época colonial.
Es conocido como uno de los más grandes y profundos teólogos en la historia de los Estados Unidos, y definió a Cristo de esta manera: "Dios se glorificó en el cuerpo de Cristo, es la manera más perfecta que puede haber de ver a Dios con los ojos corporales; que Una de las Personas de la Trinidad haya asumido un cuerpo verdadero para ser Su cuerpo, y en el cual mora por siempre como Él mismo, la majestad y a la excelencia divinas aparecen tanto como es posible que se manifiesten de forma exterior o en figura.

Ellos lo verán, con sus ojos corporales, en su glorificada naturaleza humana; y esto será una de las visiones más gloriosas.
El amor de Cristo así manifestado será una de las cosas más deleitantes para ellos; porque aunque los cuerpos de los santos brillarán con una extrema belleza y gloria, con todo, sin duda el cuerpo de Cristo los sobrepasará infinitamente, tanto como el brillo del sol en relación con el de las estrellas.

La gloria del cuerpo de Cristo será la obra maestra de la mano de Dios en todo el universo material. En su cuerpo glorioso se manifestarán sus perfecciones espirituales gloriosas, su majestad, su santidad, su misericordia exultante, y amor, y mansedumbre. El ojo nunca se cansará con la contemplación de esta perfección inefable y gloriosa."

No sólo verán a Cristo cara a cara, sino que pasearán y hablarán con Él. Cristo los tratará como hermanos y les hablará como a sus amigos íntimos. Momentos antes de su crucifixión, Cristo dijo a sus discípulos: "Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer" (Juan 15:15).

¿Si Cristo podía decir ésto a sus discípulos mientras que todavía estaban arropados en sus naturalezas pecaminosas, piensas que no los admitirá aún más cerca de Él en el Cielo cuando hayan purgado completamente toda mancha e iniquidad y estén presentes ante su inmaculado trono con sus vestimentas purificadas en su sangre?

Ciertamente que sí. Las Escrituras hablan de la vida de Dios entre su pueblo en términos gloriosos:
"He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y Él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios... y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes" (Apocalipsis 21:3; 22:4).

2° - LA PERFECCIÓN DE LAS GRACIAS EN EL CREYENTE

En segundo lugar, los admitidos en el Cielo gozarán de la perfección de todas sus gracias.

Analizaremos tres gracias determinadas:

1°) La gracia del conocimiento.

2°) La gracia de la santidad.

3°) La gracia del amor.

Primero, la gracia del conocimiento será perfeccionada en la gloria. "Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. Ahora vemos como por un espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara al Creador. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido." (Corintios I 13:9-10, 12).

Nuestro conocimiento de las cosas divinas es ahora escaso y vago. No percibimos las cosas claramente. Somos tardos en nuestra comprensión. Entonces las conoceremos, como Cristo ahora nos conoce. La gracia de la sabiduría será perfecta en los santos del Cielo. El santo entenderá más completamente a Cristo como mediador entre Dios y los hombres.

Entenderán el misterio de la Encarnación de Jesús, del hombre que se convierte en Dios. En tan gran magnitud como les sea posible, los santos en gloria entenderán el misterio de la Santísima Trinidad. Entenderán el plan de la salvación de las almas y cómo la Providencia Divina trabajó en todas las circunstancias de sus vidas.

Allí todas las dificultades, pruebas, y oscuras providencias de la vida serán considerados como entidades gloriosas que atestigüen en verdad que "a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien" (Romanos 8:2.

Entenderán las excelencias de Cristo-Divinidad en un grado tan completo como ellos sean capaces. El conocimiento de Dios será pleno, con todas sus divinidades, conocerán a Dios completamente. El ser humano aquí en la tierra nunca podrá comprender totalmente la Esencia Divina.

La gracia de la santidad será perfeccionada en todos los que reciban la gloria. "sabemos que cuando Él (Jesús) se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es" (I Juan 3:2). Es decir conoceremos realmente quién es Jesucristo, El Dios Vivo, con todo su Poder y con toda su Gloria

La Santidad es la belleza trascendente de Dios y los ángeles. La santidad es un atributo primario de Dios.

"Santo, santo, santo, Dios de los ejércitos; (Isaías 6:3) es el grito de los serafines que le atienden constantemente en la gloria. En el Cielo la santidad será perfecta en el creyente. El pecado no existirá nunca más.
Entonces las palabras de Dios alcanzarán su significado completo: "Sed santos, porque yo soy santo." (I Pedro 1:16).

La santidad es el deseo ferviente del hombre que viaja a través de este mundo de pecado. Allí los hombres serán como los ángeles de Dios, con toda su capacidad, inteligencia, y atributos que sean capaces de recibir. Allí, tanto como les sea posible, serán como Cristo mismo. Serán santos para toda la eternidad.

En el Cielo la gracia del amor de Dios será perfecta. En la tierra el amor a Dios se expresa de forma escasa e intermitente.
La carne pecaminosa y el interés propio empañan y obstaculizan el amor a Dios. No podemos amar a Dios como merece o aún como nosotros quisiéramos.
Aunque el espíritu en el hijo de Dios desea con toda su fuerza interior hacer lo que dice la Escritura, "Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas" (Deuteronomio 6:5), esto no puede ser hecho perfectamente aquí en la tierra, debido a la naturaleza pecadora del hombre.

Pero como el hombre en su corazón desea hacerlo así, para Dios es valido el deseo del creyente como si la acción fuera hecha perfectamente. En el Cielo, el amor de Dios fluirá sin interferencias como nadie ha experimentado jamás en la tierra. Dios será amado totalmente y completamente y los santos se amarán unos a otros sin presencia alguna de deseos expureos o egoísmo.

3° - LA PLENITUD DE LA GRACIA ETERNA

En tercer lugar, los que estarán el Cielo experimentarán la plenitud de la alegría. "Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre" (Salmo 16:11).

La plenitud de la alegría se podría describir como experimentar el inmenso amor de Dios, generoso como las aguas de un océano. Los antigüos padres, tenían ya una comprensión mucho mayor de este tema, lo han descrito de esta manera:
"Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor" (Mateo 25:21.

La visión de Dios, del Dios Amoroso, y de ser amado por Dios causará una efusión de alegría en el espíritu, y creará en tales santos éxtasis de alegría en los elegidos, que resulta simplemente inenarrable y lleno de gloria."
"Ellos verán en Él todo lo que el amor desea. El amor desea el amor del amado. Los santos en gloria verán el amor transcendente de Dios por ellos; Dios hará manifestaciones inefables de su amor por ellos.

Verán tanto amor en Dios hacia ellos como lo desean; ¡ni puedan anhelar más… cuando ven a Dios tan glorioso, y al mismo tiempo vean cuán enormemente Dios les ama, qué delicia no causará esto en el alma!
El amor desea la unión. Por lo tanto verán a este Dios glorioso unido a ellos. Verán que Él es su Padre, y que ellos son sus hijos. Verán a Dios gloriosamente presente con ellos; Dios con ellos; Dios en ellos; y ellos en Dios.

El amor desea la posesión de su objeto. Por lo tanto verán a Dios, incluso como su propio Dios; cuando presencien esta gloria trascendente de Dios, lo verán pues como algo propio, se aferrarán a Dios tan fuerte que nunca, nunca querrán separarse.

"Los que están en la gloria del Cielo gozarán de Dios según lo que su capacidad le permita.
El Salmista escribió sobre la gran bendición que suponía la adoración de Dios en su templo:
¡"Bienaventurados los que habitan en tu casa; Perpetuamente te alabarán. Porque sol y escudo es Jehová Dios; Gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad." (Salmo 84:4, 11).

Los benditos del Cielo dirán: "que benditos son los que están en la presencia de Dios mismo!"

Si el Señor Dios no niega nada a los que recurren a Él aquí en la tierra, entonces,
¿negará cualquier gloria del Cielo a sus hijos redimidos?

Aquí en la tierra gozamos de Dios sobre todo con su palabra, adoración, y con la meditación y la oración. Allí gozaremos de Él "cara a cara."
"Aquí tienes a Dios en expectativa, pero allí lo tendrás en posesión."
"Allí los santos y los hombres en gloria se llenarán de alegría con el disfrute eterno de la manifestación de Dios con todos sus atributos.
"Allí aumentará enormemente la alegría y el regocijo de los glorificados cuando contemplen la Misericordia de Dios mostrada hacia ellos en la salvación, y cómo merecieron por sus pecados haber estado entre los condenados del infierno, pero fueron salvados de los tormentos eternos, solamente debido a la Misericordia soberana de Dios que les fue concedida para la salvación.
Esta inmensa gloria de la salvación sólo se entenderá completamente cuando presenciemos a Dios cara a cara.

Los ministros de la Iglesia se regocijarán con los que condujeron al conocimiento de Cristo y los frutos de sus trabajos serán vistos allí completamente. Pablo escribe de esta alegría infinita en I Tesalonicenses 2:19:

"Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe?

¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida?"

¡Otras cosas contribuirán indudablemente a la alegría del Cielo, tal como estar con los seres amados que tuvimos aquí en la tierra y con los santos de todas las épocas, el contemplar las providencias de Dios hacia ellos en la tierra, estando ya en la ciudad divina, pero la alegría más grande de todas vendrá de estar frente a la presencia de Dios!

LOS DIVERSOS GRADOS DE GLORIA EN EL CIELO

Todos los habitantes del Cielo, es decir todos los hombres y los santos, son eternamente felices, gozan de una alegría y una paz no conocida en la tierra, la paz de Jesucristo. Todos tienen sus necesidades satisfechas, no hay carencia alguna, y eso los hace inmensamente felices. Cada uno tiene lo que se merece y en su justa medida, y sabe por justicia que no merece más y lo acepta gustosamente.

Todos son muy felices, pero unos gozan de las Glorias más que otros. En el Cielo hay diferentes grados de Gloria.

Los que trabajan más para el reino y la gloria de Dios aquí en la tierra reciben un mayor grado de honor y gloria en el Cielo.
La primera evidencia que tenemos de diversos grados de gloria viene de lo que a veces se llama la ley de oposición.
Consideremos: ¿Hay diversos grados de tormento en infierno?

Sí, es así, entonces, por la ley de oposición, podríamos deducir lógicamente que habrá diversos grados de gloria en el Cielo.
En Lucas 12:47-48 nos hablan de los que "reciban muchos latigazos" y de quién "recibirá solamente unos pocos."
Hay diversos grados de castigo en el infierno, así concluimos que habrá también diversos grados de santificación y gozo en el Cielo. II Corintios 5:10 y I Corintios 3:8 nos dan la base para la diferencia:

"Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, es decir en este mundo, sea bueno o sea malo."

EL CASO DE LA IGUALDAD DE RECOMPENSA EN EL CIELO.

Según nuestro procedimiento en este mundo, cada fiel seguidor de Jesucristo recibe el mejor regalo de todos; la vida eterna.
La pregunta es solo si hay o no una recompensa adicional esperado por algunos de nosotros. Aquellos que dicen que Dios recompensa a todos los hombres salvado de igual manera, a veces señalan una parábola específica de Jesús para apoyar su argumento: en Mateo 20:1-15 dice:

“Porque el reino de los cielos es semejante a un hacendado que salió muy de mañana para contratar obreros para su viña.
Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.
Y salió como a la hora tercera, y vio parados en la plaza a otros que estaban sin trabajo; y a éstos les dijo: “Id también vosotros a la viña, y os daré lo que sea justo.” Y ellos fueron.
Volvió a salir como a la hora sexta y a la novena, e hizo lo mismo.

Y saliendo como a la hora undécima, encontró a otros parados, y les dijo: “¿Por qué habéis estado aquí parados todo el día sin trabajar?” Ellos le dijeron: “Porque nadie nos contrató.” Él les dijo: “Id también vosotros a la viña.”
Y al atardecer, el señor de la viña dijo a su mayordomo: “Llama a los obreros y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta los primeros.”
Cuando llegaron los que habían sido contratados como a la hora undécima, cada uno recibió un denario.
Y cuando llegaron los que fueron contratados primero, pensaban que recibirían más; pero ellos también recibieron un denario cada uno.

Y al recibirlo, murmuraban contra el hacendado, diciendo: “Estos últimos han trabajado sólo una hora, pero los has hecho iguales a nosotros que hemos soportado el peso y el calor abrasador del día.”
Pero respondiendo él, dijo a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia;
¿no conviniste conmigo en un denario?” Toma lo que es tuyo, y vete;
pero yo quiero darle a este último lo mismo que a ti”.
¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo que es mío? ¿O es tu ojo malo porque yo soy bueno?”

"Cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor para el Reino de Dios." Es evidente que las recompensas están prometidas a todos los creyentes y sus diversos grados de gloria, las cuáles serán equivalentes a los trabajos realizados para Dios aquí en la tierra.

Pedro pregunta a Jesús; “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido;
¿qué, recibiremos entonces?” (Mateo 19:27).
Jesús le asegura a Pedro que los discípulos judíos tendrán autoridad en el reino pero también le dice a Pedro, que muchos otros que vengan a la verdad después de ellos, también estarán en el reino.

La Escritura habla del que recibe "la recompensa de un profeta" (Mateo 10:41) que parece distinguirlo como diferente de la recompensa ordinaria. Cristo enseñó a sus discípulos que quienquiera que les dé "un vaso de agua" en su nombre no quedará sin recompensa (Marcos 9:41).
Esto no sería posible si no hubiese reconocimiento de las buenas obras en el Cielo.

En otro apartado de las Escrituras se reconoce de forma absolutamente clara que habrá diferencias entre los creyentes en la gloria. Dice el profeta Daniel que "Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, serán como las estrellas a perpetua eternidad." (Daniel 12:3).

Y San Pablo compara la diferencia entre el sol, la luna, y las estrellas y la aplica a los creyentes en la gloria del Cielo:
"Una es la gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas, pues una estrella es diferente de otra en gloria. Así también será en la resurrección de los muertos, cada uno brillará según su gloria." (I Corintios 15:41-42).

San Pablo está diciendo simplemente que mientras que una estrella brilla con más fulgor que otra en el Cielo, así un santo, o un hombre brillará con una gloria más divina que otro cuando los muertos resuciten para recibir el pago por las obras hechas en esta vida.

Uno será más glorioso y gozará más de ésa gloria que otro basándose en cómo ha vivido, en lo que ha hecho para el Reino de Cristo, en qué ha hecho en la asistencia de nuestros hermanos necesitados mientras vivía en la tierra.
Esto se enseña de forma diáfana en la parábola de los talentos, donde a un hombre dieron autoridad sobre diez ciudades y a otro sobre cinco (Lucas 19:12-19).

"Los santos son como muchos recipientes de diversas tallas echados en el mar de la felicidad donde se llena cada recipiente:
esto es la vida eterna, porque un hombre tiene sus capacidades llenas. Pero después de que todos los envases sean admitidos en el reino soberano de Dios, Dios aplica su prerrogativa para determinar el tamaño del envase."

Cada persona será llenada según su capacidad de santidad y de alegría en el Cielo. A nadie le faltará nada. Pero habrá quien tenga una mayor capacidad para recibir la alegría que otros. Algunos teólogos explican la gloria de la siguiente manera;

"a pesar de haber grados de gloria, con todo, esto no implica que haya defectos o deseos (carencia) de gloria en el Cielo a cualesquiera personas glorificadas, simplemente cada persona será tan llena de gloria como sea capaz de recibir".

Esto se explica con una demostración más clara. Tome un pequeño recipiente y un gran recipiente de doble o triple tamaño, y eche ambos en el mar, ambos recipientes estarán llenos, con todo no hay tanta capacidad dentro del pequeño recipiente como del grande, aunque ambos están llenos. Así será en el Cielo, unos con mucha gloria otros con poca, pero todos muy felices.

Así pues, dice, el santo es como dos recipientes, con todo, como si fuesen uno solo, a causa del disfrute de Dios, pero uno es más espacioso para tomar más de Dios que el otro, pero aún así, el menos santo estará lleno de gloria;
el que tenga menos gloria, tendrá gloria suficiente, aunque no igual gloria que algún otro de los santos glorificados: de modo que esos grados de gloria no suponen ningún defecto en esas personas que tienen menos gloria de la que tienen otras."

Todos serán recipientes llenos, pero de diversas tallas. Todos lucirán las coronas de glorias, algunos con un mayor lustre que otros. La santidad y la felicidad serán mayores en unos que en otros a través de toda la eternidad.

FACTORES IMPORTANTES DE GLORIA O RECOMPENSA

La presencia de diversos grados de gloria en el Cielo puede llegar al pensamiento de algunos que podría haber envidias en el Cielo por los grados de gloria que muchos hermanos nuestros disfrutarán eternamente. Aquí en la tierra éso es posible por nuestra humanidad imperfecta y por la existencia del pecado entre nosotros, más en el Cielo éso es imposible.

Todo amor será perfecto en el Cielo, los grados de felicidad que experimentará cada ser es de acuerdo a lo que en justa medida se lo merezca y sabe por justicia que no merece más. Es lógico pensar que si una persona aquí en la tierra sufrió persecuciones en su cuerpo o en su espíritu, luchó para mantener su cuerpo y alma en estado de pureza, rechazando por amor a Dios todo acto sexual o impuro, no permitido siendo casado o rechazándolo totalmente por ser laico, o entregó su vida a favor de los carenciados, enfermos, solitarios, dejándolo todo y yendo a tierras extrañas, es muy justo que tal persona reciba en el Cielo grados de felicidad extraordinarias debido a su entrega por amor a Dios.

Dios compensa enormemente ese sacrificio y esa entrega en favor de otros. Pensemos en la entrega de la Beata Madre Teresa de Calcuta y su obra extraordinaria en favor de los más pobres.
Y así será como el apóstol Pablo escribió: "De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan." (I Corintios 12:26).

Los santos en gloria pensarán que es correcto que los que sobresalieron entre otros en obras de justicia y en buscar la gloria de Dios en la tierra deben recibir mayor gloria en el Cielo. Los benditos de Cielo bendecirán a Dios por la irradiación de su gloria que brilla a través de otros hombres, porque la envidia y el pecado no tendrán cabida en el Reino de Dios.

A todos los creyentes en Cristo; vuestro estado eterno en el Cielo es consecuencia de lo que hacéis aquí, en la tierra.
"Pero esto os digo:
El que siembra escasamente, también recogerá escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también recogerá." (II Corintios 9:6).
En otras palabras, cuánto más amor entreguemos al prójimo y cuánto más nos dediquemos a las obras de misericordia corporales y espirituales por el Reino de Dios, más recibiremos en el Cielo.

¿Tu buscas una eternidad con los mayores grados de felicidad posible?

Entonces vive tu vida a partir de hoy completamente orientada para la mayor gloria de Dios. Mañana puede ser demasiado tarde.
Tu actual vida determinará tu estado futuro en la gloria del Cielo. Para orientar a quienes buscan una vida futura mejor es imperativo comenzar con una espiritualidad orientada hacia el bien de los demás, olvidándonos de nosotros mismos.

Hay que ser constantes en la oración, sin la oración no hay santidad, ni grados de gloria!.

Quien comienza una buena obra sin la oración pronto se cansará y abandonará todo, encontrará confusión, contradicciones, y acto seguido dejará todo inconcluso.

Pero el que se aferra a la oración constantemente, diariamente, nunca se confunde, nunca se desorienta, nunca abandona la obra comenzada, es más, encuentra a todo solución y fuerzas en la oración. Mediante la oración constante obtenemos sabiduría y entendimiento de parte de Dios. La oración diaria es una comunicación con el Padre Eterno y su Hijo Jesús, y jamás estaremos confundidos, entenderemos todo lo que Dios quiere de nosotros y obtendremos humildad, importantísimo para la santidad ya en este mundo.

Los santos en vida obtuvieron estas cualidades para ir al Cielo; oración, sabiduría, entendimiento y humildad mucha humildad.
Por eso debemos pedir a Dios en la oración diaria y constante; sabiduría, entendimiento y humildad.

"Nuestra oración estará orientada al Espíritu Santo, sed devotos del Santo Espíritu quien nunca deja confundir a nadie con sus siete dones, pedidle diariamente!. Beato Juan Pablo II.

ALGUNOS GRADOS DE GLORIA O RECOMPENSA

- GRADOS DE LA MISERICORDIA Y LA SANTIDAD AQUÍ EN LA TIERRA


Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Quien desee alcanzar misericordia en el cielo debe él practicarla en este mundo. Y, por esto, ya que todos deseamos la misericordia, actuemos de manera que ella llegue a ser nuestro abogado en este mundo, para que nos libre después en el futuro. Hay en el cielo una misericordia, a la cual se llega a través de la misericordia terrena. Dice, en efecto, la Escritura:
Señor, tu misericordia llega al cielo.

Hemos de saber que tendremos que dar cuenta de todas nuestras acciones buenas y malas, palabras, pensamientos, gestos o intenciones, ciertamente, todo lo bueno tendrá una recompensa. Cierta hermana religiosa se sorprendió al descubrir (cuando fue al cielo) que cada sonrisa, cada respuesta amable, cada oración para alguien necesitado y en particular, cada buena acción hacia nuestros hermanos, queda registrada en el Cielo y recibe un galardón espiritual.

“Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto lo hicistéis a uno de estos más pequeños, a mí lo hicistéis”(Mt. 25:45). Dios nos ha dado diferentes ministerios a cada uno. Algunos tienen el privilegio de dedicar todo el tiempo al ministerio de la Palabra de Dios y la oración (Hechos 6:4). Podemos pensar que un sacerdote frente a sus fieles tiene mayor ventaja, pero eso no es cierto. A quien Dios más se le dio más cuenta tendrá que rendir ante el Tribunal divino.

No es bueno que nos comparemos unos con otros, porque siempre terminaremos pensando que somos superiores a otros o inferiores a ellos. En la tierra, recibimos alabanza de manera muy diferente a como es en el cielo.
El cielo da valor a las recompensas de acuerdo al tipo de persona que somos. Se reduce a nuestra vida diaria
En Proverbios 16:32, encontramos: “Mejor es el que tarda en enojarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad”.

En otras palabras, si controlamos nuestro espíritu, somos mejores que aquellos que han conquistado una ciudad, o que han logrado grandes obras. Podríamos profetizar “con vehemencia”, pero el apóstol Pablo dijo que si no tenemos amor, no sirve de nada (1 Co. 13:2). Las palabras de nuestra boca y nuestras actitudes son mucho más importantes en el cielo que la forma en que predicamos o enseñamos. Dios nos mide en base a nuestra actitud hacia los demás y nuestras relaciones con otros.

Practicad, pues, la misericordia en este mundo, y recibiréis la misericordia celestial. El pobre te pide a ti, y tú le pides a Dios; aquél te pide un bocado, tú le pides la vida eterna. Dad al indigente, y merecerás recibir de Cristo, ya que él ha dicho: Dad, y se os dará. No comprendo cómo te atreves a esperar recibir, si tú te niegas a dar. Por esto, cuando vengáis a la iglesia, dad a los pobres la limosna que podéis, según vuestras posibilidades. (San Cesareo de Arlés).

GRADOS DE LA BONDAD REALIZADA

Ser bondadosos perfecciona el espíritu de una persona, porque sabe dar y darse sin miedos a verse defraudado a los demás, dando apoyo y entusiasmo a todos los que lo rodean. Muchas veces el concepto de bondad se confunde con el de debilidad, a nadie le gusta ser "el buenito" en su trabajo, de quien todo el mundo se aprovecha. Sin embargo, Bondad es exactamente lo contrario, es la fortaleza que tiene quien sabe controlar su carácter, sus pasiones y sus arranques, para convertirlos en mansedumbre.

Supone una inclinación a hacer el bien, con una comprensión profunda de la personas y sus necesidades, siempre paciente y con animo equilibrado. Este valor desarrolla en cada persona la disposición para agradar y complacer, en su justa medida, a todas las personas en todo momento. Ahora podemos preguntarnos:

¿En qué momentos nos alejamos de una actitud bondadosa?

Esto se aprecia en aquellas actitudes agresivas, cuando adoptamos malos modales o formas de hablar un tanto soberbias utilizando palabras altisonantes, con la razón de nuestra parte o sin ella. También cuando adoptamos una actitud indiferente ante las preocupaciones o inquietudes que tienen los demás, juzgándolas de poca importancia o como producto de la falta de entendimiento y habilidad para resolver problemas.

¡Nunca hay que considerarse superiores!

Al hacerlo, nos convertimos en seres realmente incapaces de escuchar con interés y tratar con amabilidad a todos los que acuden a nosotros buscando un consejo o una solución.

Debemos entender que la bondad no tiene medida, es desinteresada, por lo que jamás espera retribución. Nuestro actuar debe ir acompañado de un verdadero deseo de servir, evitando hacer las cosas para quedar bien... para que se hable bien de nosotros.
Pero tampoco ser bondadoso implica ser blando, condescendiente con las injusticias o indiferente ante la conducta de los que nos rodean. Por el contrario, el bondadoso es una persona que continua siendo enérgica y exigente sin dejar de ser comprensiva y amable. Del mismo modo, jamás responde con insultos y desprecio ante quienes así lo tratan, por el dominio que tiene sobre su persona, procura comportarse educada y respetuosamente a pesar del ambiente adverso y hostil que le rodea.

La bondad perfecciona a la persona que lo asume como un valor importante en su vida, porque sus palabras están llenas de aliento y entusiasmo, facilitando la comunicación amable y sencilla; da sin temor a verse defraudado; y sobre todo, tiene la capacidad de comprender y ayudar a los demás olvidándose de sí mismo.

Los 5 principios de la Bondad;

1° - Siembra semillas de bondad.

Cada vez que uno sonrie, escuchas con atención a un amigo, das las gracias o tratas a un extraño con cortesía y respeto, estás emitiendo energía positiva. Esta energía provoca una impresión en la otra persona que, a su vez, pasará y contagiará a las decenas de personas con las que se encuentre en su camino. Así, estos gestos positivos tendrán un efecto multiplicador que, en última instancia, te volverá a tí mismo acrecentado. Recuerda que todo vuelve multiplicado, lo bueno y lo malo que hagas.

2° - Coopera con todos por igual.

Todos somos lo suficientemente inteligentes como para tratar bien a la gente importante que nos rodea cada día de nuestras vidas, como los vecinos, nuestros jefes y hasta los compañeros de trabajo. Sin embargo, no siempre nos preocupamos por un extraño al que no volveremos a ver. Cambia tu postura y comienza a tratar a todas las personas con las que te vas encontrando como si fueran las más importantes del mundo, porque en verdad lo son. Si no para nosotros, sí para alguien; y si no lo son hoy, pueden serlo mañana.
3° - Tener la conciencia tranquila.

Aunque no vuelvas a ver a la persona a la que trataste mal ni nadie más sepa de tus actitudes o tu mal comportamiento, tu sí eres consciente de que actuaste mal. Por eso, esta mala sensación estará en tu mente y en tu corazón cada vez que trates de convencer a alguien de que puede confiar en tí. Como te estás traicionando a tí mismo, será difícil que puedas creer en una persona o en una relación. Recuerda que la conciencia nunca duerme, nunca se acalla, y te perseguirá donde quiera vayas.
Por lo tanto siempre se gana, portándose bien y siendo bueno que portarse mal y ser malvado.

4° - Busca convencer en vez de vencer.

Cambia tu interior y dile a los demás en qué estás a favor, en lugar de qué estás en contra. Haz el ejercicio de reconducir las conversaciones hacia tu terreno, por ejemplo, en vez de decir en forma autoritaria "¡cierra la ventana!", puedes reemplazarlo por "¿te molesta si cierro la ventana?, o ¿no hace un poco de frío?". De este modo, formulas una pregunta que la gente puede responder, además de convertir el hecho de cerrar la ventana en una idea compartida, también, por la otra parte.
Esta es una de las mejores formas de conseguir que se acepten tus propias ideas. Recuerda que en la buena amistad, das gloria a Dios, por tu buena actitud hacia los demás.

5° - Escucha tu voz interior.

Cuando entablamos una relación con alguien, una voz interior nos dice "es una buena persona" o "no confío en ella".
Cómo podemos hacer tales juicios al instante?

Porque somos capaces de detectar señales no verbales. Presta atención al lenguaje corporal: brazos y piernas sin cruzar, inclinación de la cabeza para demostrar que te interesa lo que te cuentan y palmas abiertas para indicar franqueza y receptividad. Demostrar que vas por la vida en son de paz es la mejor forma de plantarte ante los demás desde un costado solidario y apacible. La bondad, entonces, será una realidad contagiosa, productiva y generadora de buenos sentimientos.

En un mundo tan hostil, es difícil ser bondadoso, pero no es imposible. Reza mucho para conseguir todos tu logros, hazlo con humildad y pronto notarás los cambios en tí.

Dios premia en el Cielo con glorias muy importantes a quienes practicaron la bondad con su hermanos aquí en la tierra.
Recuerda que Dios es Bondadoso por excelencia e infinitamente justo para premiarte.

GRADOS DE AUTO-NEGACIÓN Y DEL SUFRIMIENTO

Los vencedores son aquellos que han vencido al mundo, la carne y el diablo. El término vencedor significa aquel que ha ganado una batalla. Debemos vencer en las siguientes áreas para salir triunfantes:

El mundo:

Debemos vencer al mundo y sus atractivos, que incluyen la vanagloria de la vida, la aceptación de las personas de este mundo y sus recompensas temporales. El deseo por las cosas y las posiciones de este mundo es muy fuerte, tanto que incluso Demas, quien caminó y estuvo con Pablo, cambió la promesa de la vida eterna por estas cosas (2Ti. 4:10).

Los deseos de la carne:

La carne abarca los deseos mundanos, como lujurias sexuales, las orgías, los escándalos sexuales y toda clase de inmoralidad.
Dentro del matrimonio los esposos deben respetarse uno al otro, ser fieles, sin engaños ni mentiras. El adulterio lleva a la ruina a muchos matrimonios y produce en los hijos una falta de amor hacia sus padres, donde el respeto y confianza quedan aniquiladas. El mal ejemplo que dan los esposos en el adulterio, se verá reflejado en los hijos en el futuro. Los esposos tendrán que rendir cuenta de tales acciones en el Tribunal divino y también por el futuro de sus hijos.
También incluye comer y beber en exceso, asistir a fiestas donde hay drogas, sexo y alcohol. Y darse todos los placeres sin medida ni restricciones.

El diablo:

El diablo tiene muchos seguidores que practican la brujería, la predicción del futuro, los horóscopos, la adivinación de las manos, las cartas egipcias, el tárot, los trabajos con magia negra, el ocultismo, el espiritismo, el juego de la copa, la Ouija, y todos los que simpatizan con el diablo son sus seguidores y adeptos.

Todos estos deseos deben ser extinguidos para poder convertirse en un verdadero vencedor espiritual.
Otros versículos bíblicos que tienen que ver con otras maneras de tener una vida vencedora, los encontramos en Romanos 5:17, Romanos 12:21 y 1 Juan 2:14.

En el Cielo hay galardones y posiciones elevadas de Gloria especiales y extraordinarias reservadas para todos estos vencedores.
Consideremos algunos ejemplos de Apocalipsis, capítulos 2 y 3. Los vencedores de la carne y del diablo se encuentran en posiciones elevadas extraordinarias, por encima de muchos en Cielo, con cada batalla ganada al diablo y a los deseos de la carne han glorificado a Dios en sus cuerpos y en sus actitudes, y como es justo, Dios le dará el premio merecido.

GRADOS DE LA EMINENCIA EN LA HUMILDAD

El don de la humildad nos salva de ser absorbido por una vida de auto-destrucción y maldad; nos ayudará a tener amistades más sinceras y duraderas y relaciones más profundas y significativas.
Es muy importante aprender a ser humildes porque somos seres sociales que necesitamos de otras personas en nuestras vidas para poder conversar, amar, divertirnos sanamente, convivir y aprender acerca de las relaciones humanas.

Nadie podrá ser feliz estando aislado de los demás pero si carecemos de humildad, jamás podremos relacionarnos bien con nuestro prójimo y al final nos encontraremos en aislamiento, amargados, de mal humor e infelices.

La humildad es el fundamento de las relaciones humanas sanas porque mantiene a cada persona dentro de una relación honesta, respetuosa y tranquila. Cuando uno descubre la humildad descubre quién es y cuál el significado de su vida. Experimentará gozo y estará satisfecho con lo que la vida le brinda sin pensar que merece más que sus semejantes.

Un verdadero cristiano buscará ser humilde y con la ayuda de Dios, reconocerá que Dios nos formó a todos en igualdad, de la misma sustancia de la tierra y que dio su vida por cada uno de nosotros por igual.

La humildad sólo se consigue con la oración constante de todos los días. Es un don que Dios premia a los que se esfuerzan diariamente en este acto espiritual. Cualquier oración es válida para conseguir humildad, si se hace con el corazón y con el alma.
Recuerda que el diablo intentará por todos lo medios a que te alejes de la oración.
El sabe lo muy importante que es rezar, y por esta causa no descansará hasta verte lejos de la meditación y la oración y te confundirá y te hará dudar de su eficacia y de su valor espiritual.
Es más el diablo intentará poner alguna enemistad entre tí. Cuanto más uno reza, más se irrita el diablo, y más te perseguirá.
La persecusión será de acuerdo al grado a que reces.
Dios no permitirá más persecución del que puedas soportar.

¿Porque Dios permite que el diablo me persiga?

Dios le permite hasta cierto punto para fortalecer tu espíritu y lo termines venciendo. Recuerda que Dios se aprovecha del diablo y lo utiliza para tu propio bien espiritual. Dios siempre, siempre, termina ganando, y esto lo sabe el diablo, por consiguiente su irritación es aún mayor. Tu galardón será extraordinario en Cielo, si lo vences y será para toda la eternidad!.

El Santo Rosario diario es un medio importantísimo para conseguir humildad, nuestra Madre Santísima aplastó la cabeza de la serpiente, el diablo, y nos llenará de dones espirituales, entre ellos la humildad y el amor por la oración.

Las letanías de la Preciosísima Sangre de Jesús y Letanías del Rosario están indulgenciadas y llenas de dones espirituales para alcanzar humildad y amor a Dios y a la Virgen Santísima.

Recuerda que María prometió que los devotos del Santo Rosario gozarán de una gloria extraordinaria en el Cielo, la misma gloria de los santos en vida y los mártires.

Recuerda también que Jesucristo prometió que los devotos del Vía Crucis, obtendrán en el Cielo una bendición y una gloria especial que los acompañará por toda la eternidad!.

LA FELICIDAD QUE NUNCA TERMINA

He aquí un resumen de lo que la Iglesia Católica enseña acerca de la felicidad celestial que recibirán los habitantes del cielo:
Los que mueren en la gracia de Dios, tras la purificación en el purgatorio (recordar que todos tendremos que pasar por el purgatorio algunos por un corto tiempo, otros por un tiempo más prolongado, aun los que viven en santidad se ofrecen a pasar por el purgatorio para consolar a todos aquellos que más sufren) tendrán la verdadera dicha de vivir con Cristo para siempre.

Ellos ven a Dios tal como es, cara a cara. Esta comunión de vida y amor con la Santísima Trinidad, la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados celestiales. Este es el objeto último de los más profundos deseos humanos y el estado de felicidad suprema. En el cielo, los hombres viven con y en Cristo, conservando su verdadera identidad.

Por su muerte y resurrección, Jesucristo abrió el Cielo para todos los que elijan aceptarlo, reconocerlo como el Hijo de Dios y único Salvador de la humanidad. Las buenas personas se beneficien plenamente de la redención de Cristo. Los que han creído en él y han permanecido fieles llegan a ser partícipes en su gloria. El cielo es una comunidad de todos los que han vivido en Cristo.

VISIÓN BEATÍFICA

Dios es el objeto principal de la mente del ser humano y la voluntad en el Cielo. Una vez allí, los habitantes de Cielo reciben la "visión beatífica", la capacidad de ver a Dios en toda su gloria y magnificiencia. El objeto secundario de la visión beatífica es el conocimiento y el amor de las personas a quienes los cristianos han conocido en la tierra.

Los teólogos de la Iglesia enseñan que no es una actividad corporal, la visión beatífica no requiere de los sentidos y la imaginación. La visión beatífica y el amor son las actividades de las facultades espirituales de todo ser humano.

El ser humano necesita una mayor dignificación y el fortalecimiento de sus facultades espirituales, superiores a las virtudes de la esperanza y de la fe, a gozar de la visión beatífica. Lumen gloriae, la luz de la gloria, es el nombre dado al ennoblecimiento permanente del intelecto por el cual el ser humano puede unirse con la Trinidad en la visión beatífica.

UN ESTADO DE FELICIDAD

Los teólogos hablan del Cielo como el estado de felicidad. Explican que existimos para dar gloria a Dios y para encontrar nuestra felicidad, pero encontramos nuestra felicidad sólo en dar gloria a Dios. En el Cielo, los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, glorifiquen a Dios por su participación en la gloria de Cristo - es sólo en Cristo que ellos pueden hacerlo. Cristo es el Templo donde el Padre Dios está perfectamente unido y el cielo es su santuario.

Porque Cristo y María están glorificados en cuerpo, y porque un cuerpo requiere un lugar donde habitar, la tradición de la Iglesia sigue la Escritura en la que enseñanza de que el Cielo es un lugar. Cómo funciona el cielo es un misterio.
Es mucho más allá de lo que el ser humano puede comprender, por lo que las escrituras lo describen en las imágenes que el ser humano puede relacionarlo con: la vida, la luz, la paz, el banquete de bodas, el vino del reino, la casa del Padre, la Jerusalén celeste, el paraíso, el poder, la gloria, la felicidad eterna, etc.

Sin embargo, todo esto existirá en el más pleno sentido sólo después de la Parusía, es decir, cuando todos los que se salvan, recuperaran sus cuerpos originales, los mismo que tuvieron aquí en la tierra.

El elemento esencial en el estado de la gloria celestial es la unión con la Santísima Trinidad en la mente y el corazón, dando lugar a la alegría beatífica. Los que mueren en estado de gracia poseen gloria esencial, tan pronto como se haya completado su purificación. Sin embargo, la plenitud de la gloria vendrá a ellos cuando reciban de vuelta sus cuerpos glorificados después de la Segunda Venida de Jesucristo.

La teología enseña que Dios ha destinado al ser humano para la felicidad eterna. Este es su fin último, obtener la felicidad.
Por lo tanto, el Cielo tiene que llevar al ser humano a un estado de felicidad perfecta. La preocupación aquí no es la satisfacción física, la verdadera alegría está asociada con el cumplimiento de las nobles aspiraciones del alma.

Desde siempre se ha destinado a la unión sobrenatural con Dios, el ser humano no tiene el destino que no sea el sobrenatural.
De este modo, su última felicidad es la unión con Dios. Dios es el objeto primario de la visión beatífica. Sólo Dios es capaz de satisfacer el intelecto humano y angélico hecha por la posesión de la verdad, sólo Dios es capaz de satisfacer los deseos del corazón humano o voluntad angélica. Sin Dios no existe la felicidad, sin Dios la existencia en un caos, un estado de agonía, de permanente dolor y sufrimiento. Ése es el estado de los habitantes del infierno.

La perfección infinita de la Santísima Trinidad y el amor infinito de Dios proporcionan a todos los habitantes del Cielo una satisfacción que nunca se termina. Esta felicidad no es para nada aburrida porque no se mezcla con el placer material, el cual, por su naturaleza, no puede durar. La felicidad del Cielo es permanente e infinito, no puede haber una ansiedad que va a disminuir o desaparecer.

LA GLORIA DE UN CUERPO NUEVO

Esto varía de una persona a otra, en correspondencia con el estado de la unión del individuo con Dios en el momento de la muerte. Es muy importante, si se está en agonía o enfermo, solicitar un sacerdote para la administración de los santos óleos, es muy importante que la persona lo reciba estando consiente, que sepa lo que va a recibir.

Los mártires, las vírgenes, los castos, los laicos entregados a Dios, y los maestros de la fe reciben una marca especial, un halo que denota su dedicación a Cristo y su obra durante su vida aquí en la tierra.

Todos los salvados disfrutan de la compañía de los elegidos - es decir, cada uno de los bienaventurados se deleita en los demás, incluyendo la Virgen Santísima, los ángeles y los santos. Así como vivieron en la tierra obtendrán afinidades con algunos de los bienaventurados, siempre habrá pleno acuerdo del espíritu entre todos.

Luego vendrá la Resurrección, o la restauración, del cuerpo. Los bienaventurados en el cielo tendrán los mismos cuerpos que tuvieron en la tierra, sin embargo, estos cuerpos tendrán características especiales, incluyendo las siguientes:

Esplendor: tendrán un resplandor sobrenatural los cuerpos y los hará hermosos a la vista.

Agilidad: le permitirá al cuerpo glorificado moverse a través del espacio en un instante, con una movilidad increíble.

Sutileza: La subordinación completa del cuerpo al alma, por lo que ambos estarán perfectamente integrados.

Impasibilidad: El cuerpo glorificado ya no sufre, y no necesita comer ni dormir para conservarse, ya que no sufre ningún desgaste.

La renovación del mundo junto con la restauración del cuerpo, se completa con la salvación dentro del plan de Dios. El universo renovado es la glorificación definitiva de Cristo y contribuye a la felicidad eterna de los bienaventurados del Cielo.

Algunas partes han sido tomadas de William C. Nichols. Corregida y aumentada.

Frases y Dichos


La soledad mata más personas en el mundo que la enfermedad más infecciosa. (A. Fleming)

Grabad esto en vuestro corazón y en vuestra mente, cada día es el mejor del año. (Emerson)

¿Qué diferencia hay entre una persona buena y una mala? Que la mala ejerce toda su maldad y la buena no la ejerce.(Catón)

¿Dijistéis media verdad? Dirán que mientes dos veces si dices la otra mitad. (A. Machado)

Cuando una persona se olvida lo que va a decir, no es viejo, es porque está en la edad de la sabiduría. (Alexandri)

Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo. (Santayana)

Entre más digas, menos escucha la gente. En pocas palabras hay gran provecho.(Fenelón)

Lee los libros buenos primero; lo más seguro es que no alcances a leerlos todos. (Thoreau)