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1 de mayo de 2013

La confesión un bien espiritual.

Satanismo--->
<---El Padrenuestro.


Dios es nuestro Padre y es Todopoderoso y en su Inmenso Amor ha creado todas las cosas perfectas, toda su creación esta revestida de su gloria, y ésta se manifiesta en lo que és. El ser humano es parte de la creación, Dios lo ama intensamente y se gloría en ver en su creación todo lo bueno que creado. Ansía que el hombre le reconozca, le alabe, le pida su ayuda, pero muchas veces lo que más ama Dios, no le es correspondido, es transgresor, y esta transgresión hace que se aparte de su creador.

Dios, lo que más anhela es que después de esta vida aquí en la tierra, vaya a gozar con Él en el cielo. Pero sucede que los seres humanos muchas veces desobedecen a Dios y hacen el mal que no deben; cada vez que pasa esto se pierde la oportunidad de ir al Paraiso.
Cuando uno peca pierde la amistad con Dios, pierde el estado de gracia que se adquiere en el bautismo; se forma una distancia entre todo lo bueno que viene de Dios, y se acerca a todo lo malo que viene del mundo que ha sido transformado por el pecado.
Se aleja en tal forma que se cierran los ojos y el corazón. Y pronto habrá una muralla, que con el tiempo se hará cada vez más grande, cerrándose la posibilidad de sentir el verdadero amor que viene del cielo.

Pero Dios ama a sus hijos con un amor tan grande, e incomprensible para los seres humanos que quiso dejarles un medio para que pudieran pedirle perdón y así acercarse a él si media el pecado.
Ese medio es la CONFESIÓN, es la forma de vivir en amistad con Dios. La confesión es un sacramento que DA EL PERDÓN DE LOS PECADOS en los que se ha incurrido, de las faltas cometidas, del mal que se ha hecho; reconciliándose con Dios, y llenándolo de paz de una paz que mundo no conoce.

Es la única manera de volver al buen camino, despejar el corazón de todas las dudas y los miedos, volver hacia quien nos ha creado, y saber que Dios nunca ha dejado de esperar a todo aquel que se ha apartado de la verdad.

DEFINICIÓN DEL TÉRMINO CONFESIÓN

Confesión es un término que proviene del latín confessĭo. Se trata de la declaración que realiza una persona, ya sea de manera espontánea o al ser preguntado por el sacerdote. La confesión suele incluir datos hasta entonces desconocidos por el sacerdote.
Para la Iglesia Católica, la confesión es una parte del sacramento de la penitencia o reconciliación, que consiste en la declaración de los pecados cometidos ante un sacerdote. A través de este sacramento, los creyentes reciben el perdón de Dios por dichos pecados a través del sacerdote al impartir la absolución la cual suele decirla en una fórmula.

DEFINICIÓN DE PERDÓN:

Perdón es la acción de perdonar, un verbo que hace referencia a solicitar u otorgar a alguien la remisión de una obligación o una falta. Antes del momento del perdón, la persona que lo solicita debe estar arrepentida, mientras que el perjudicado por la falta tiene que estar dispuesto a perdonar.

Para recibir el perdón divino, los cristianos deben pasar por cuatro etapas:

el arrepentimiento; (la intención de no volver a cometer el pecado, al menos tener el propósito).

la confesión (la enumeración verbal de los pecados ante el sacerdote que actúa como confesor).

la satisfacción o penitencia; (realizar las acciones ordenadas por el sacerdote como reparación de los pecados).

y la absolución; (decretada por el sacerdote en nombre de Dios mediante una fórmula).

Por eso es muy necesario acercarse con total confianza al sacramento de la confesión o reconciliación.

¿QUE ES UN SACRAMENTO?

Un sacramento —en la teología de la Iglesia católica— es un signo bastante sensible y eficaz de la gracia invisible de Dios a través de los cuales se otorga la vida divina; es decir, ofrecen al creyente el ser hijos adoptivos de Dios. Fue instituido por Jesucristo y confiados a la Iglesia desde el principio.

Existe varios sacramentos y se administran en distintos momentos de la vida del cristiano y simbólicamente la abarcan por entero, desde el bautismo (que se suele administrar a los niños) hasta la unción de los enfermos (que antes del Concilio Vaticano II se aplicaba sólo a los que estuvieran en peligro de muerte).

La mayoría de los sacramentos sólo pueden ser administrados por un sacerdote. El bautismo, en ocasiones excepcionales, puede ser administrado por cualquier seglar, o incluso no cristiano, que tenga la intención de hacer con el signo lo que la Iglesia hace. Además, en el sacramento del matrimonio los ministros son los mismos contrayentes.

EL SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN

La confesión es el sacramento administrado por la Iglesia católica mediante el cual los cristianos reciben el perdón de Dios por los pecados cometidos.
El catecismo de la Iglesia católica menciona diversos nombres que ha tomado el acto de confesarse. Son los siguientes:
Sacramento de conversión; ya que es un signo de la conversión a la que el mismo Jesucristo ha llamado (cf. Lc 15, 18).
Sacramento de la confesión; pues una de sus partes principales es la confesión de los pecados cometidos por el penitente.

Sacramento del perdón; pues a través de la absolución sacramental el penitente recibe el perdón de Dios.

Sacramento de la reconciliación; pues junto al perdón de Dios se otorga la reconciliación con Dios (cf. 2 Cor 5, 20) y con la Iglesia.
Toma también el nombre de penitencia porque ésta es la última parte del camino de conversión que, según la teología del sacramento, realiza el penitente para recibir el perdón de sus pecados.

El penitente debe acercarse al confesionario con toda confianza y decir todos los pecados que ha cometido desde la última vez que se confesó. Esta confianza se base que el mismo Jesús pidió que nadie tema acercarse a confesarse, por más numerosos que fueran sus pecados, todo desaparecerá en el inmenso amor que Jesús nos tiene.

La fase de la confesión consiste en la enumeración verbal de todos los pecados mortales a un sacerdote con facultad de absolver. Los sacerdotes están obligados a guardar en secreto todos los pecados confesados durante esta fase, lo que se conoce como "sigilo sacramental" o "secreto de arcano".

Un sacerdote jamás, bajo ninguna circunstancia, puede romper este secreto. El Código de Derecho Canónico indica que de ser violado, el sacerdote queda automáticamente excomulgado:
«El sigilo sacramental es inviolable; por lo cual está terminantemente prohibido al confesor descubrir al penitente, de palabra o de cualquier otro modo, y por ningún motivo».

En la edad media, las cortesanas casadas iban a confesarse, y se sabe que muchos de los sacerdotes que las confesaban fueron martirizados para revelar el secreto de la confesión.
El marido celoso de su mujer, quería saber qué pecado confesaba su esposa, y mediante el empleo del martirio en los sacerdotes, intentaban descubrirlo. Muchos fueron martirizados por este motivo, muchos fueron también los fieles que prefirieron la muerte antes de revelar el secreto de la confesión.

Código de Derecho Canónico, canon 983,1.

La confesión debe ser completa, es decir, debe especificar todos los pecados en tipo y número, pero no se debe entrar en detalles, así como las circunstancias que modifiquen la naturaleza del pecado mismo (por ejemplo, no se considera el mismo tipo de pecado mentir a una persona cualquiera que mentir a alguien que tenga autoridad sobre la persona). Ocultar conscientemente cualquier pecado invalida la confesión.
Olvidar de confesar algún pecado, siempre y cuando el olvido sea verdadero e inconsciente, la absolución es válida.
Pero es obligatorio decir el o los pecados olvidados en la próxima confesión.

¿CUÁNDO EMPEZÓ LA CONFESIÓN?

El mismo Domingo de Pascua donde Jesús resucitó entre los muertos. El mismo Señor Jesús nos dejó el sacramento de la Confesión:
En la tarde del domingo de resurrección, Jesús se apareció a sus apóstoles y les dijo:
Como me envió mi Padre, así les envío yo. Reciban el Espíritu Santo, a quien les perdonen los pecados, les serán perdonados; y a los que nos se los perdonen, no les serán perdonados.

Jesús mismo dio a los sacerdotes el "poder" para perdonar los pecados. Los pecados que ellos perdonen serán perdonados y los pecados que ellos retengan serán retenidos. Juan 20: 19-23.

¿QUE ES LA ABSOLUCIÓN?

El concepto de absolución (cuyo origen se encuentra en el vocablo latino absolutĭo) describe el hecho de absolver, un verbo que refiere a la acción de despojar de responsabilidad penal a quien haya sido acusado de un cierto delito o falta, cuando se trata de un proceso civil, a no considerar las pretensiones incluidas en una demanda.
En un sentido más general, puede decirse que absolver es dejar a alguien libre de cargos u obligaciones.

Desde la perspectiva del cristianismo, la absolución consiste en perdonar los pecados de quien se muestra arrepentido de sus malos comportamientos o de su mal proceder. De esta manera, la absolución supone limpiar al pecador y darle una nueva oportunidad sin considerar las faltas en que hubiere incurrido anteriormente.

Esta práctica religiosa, llevada a cabo por los sacerdotes, se inspira en el indulto que Jesucristo le otorgó a los pecadores. El rito consiste en que el pecador confiese sus faltas ante un sacerdote, quien le establece una penitencia y absuelve sus faltas. Aunque en principio la penitencia era pública, a partir de la Edad Media los sacerdotes comenzaron a conceder absolución en privado.

En este caso concreto, la manera de que un creyente reciba la absolución por parte del sacerdote ante los pecados que haya podido cometer es que acuda a la iglesia y allí decida confesarse de manera individual. Una vez haya explicado lo cometido y se muestre arrepentido, el religioso le impondrá una penitencia con la que, de esta forma, consigue aquella citada absolución.

En este sentido, podemos establecer que el párroco debe cumplir con lo que se da en llamar secreto de confesión. Un término con el que se viene a expresar que aquel no podrá revelar bajo ningún concepto, y aunque esté en peligro su vida, lo que se le haya dado a conocer por una persona que haya hecho uso de su derecho a la confesión individual.

En cambio, los protestantes y evangélicos se confiesan mediante una oración que realiza toda la congregación en conjunto. Tras su pronunciación, el pastor anuncia la absolución.

Por todo lo dicho, podemos afirmar que existen múltiples tipos de absolución, tanto a nivel religioso como en otros ámbitos. Pero los católicos tenemos la seguridad de recibir la absolución sacramental e individual y total impartida por un sacerdote católico porque el mismo Jesucristo nos los reveló.

Jesucristo dio a sus discípulos la potestad de perdonar los pecados, pero:

¿QUÉ ES PECAR?

Pecar es HACER EL MAL, desobedecer a Dios y ofenderlo con los pecados cometidos, o actitudes que llevan a pecar.

- Y yo, ¿cómo se cuándo cometo un pecado?

Pues uno peca cuando no cumple los diez mandamientos de Dios. Estos mandamientos son:

1) Amarás a Dios sobre todas las cosas.

2) No jurarás el nombre de Dios en vano.

3) Santificarás las fiestas.

4) Honrarás a tu padre y a tu madre.

5) No matarás.

6) No cometerás actos impuros.

7) No robarás.

8) No mentirás.

9) No consentirás pensamientos ni deseos impuros.

10) No desearás los bienes ajenos.

- Los pecados, pueden ser diferenciados en dos clases; pecados mortales y pecados veniales.

¿QUÉ ES UN PECADO MORTAL?

- Para que un pecado sea mortal, debe cumplir tres condiciones:

1) Que el pecado sea GRAVE, es decir, grande, que produzca daño, casi siempre irreparable (matar a alguien).

2) Que el pecador SEPA que eso que va a hacer "es pecado", o que va producir mucho daño, o mucho mal.

3) Que a pesar de saber que éso es pecado, que va producir mucho daño o mal, decida igual hacerlo.

¿QUÉ ES UN PECADO VENIAL?

- Es hacer un pecado pequeño, una falta leve contra la ley de Dios.

-Ejemplo: una persona dice una mentira sin perjuicio alguno. Mentir es siempre pecado, pero hay mentiras y mentiras. Tener un pensamiento malo hacia alguien y luego desecharlo. Dejarse llevar por habladurías, pensar mal de uno sin saber si cierto, sentir odio, malestar por alguien y luego arrepentirse, etc.

¿QUE PECADOS DEBEN CONFESARSE?

Deben confesarse todos los pecados mortales que no se hayan confesado antes.

- ¿ES NECESARIO CONFESAR LOS PECADOS VENIALES?

Según el Catecismo de la Iglesia Católica no es necesario, bastaría con pedir perdón a Dios, pero la Iglesia nos recomienda confesarlos, porque cada vez que nos confesamos recibimos una GRACIA ESPECIAL, una ayuda de Dios para no volver a caer.
Durante la Santa Misa en la Eucaristía, seguido del saludo a la Asamblea por parte del sacerdote se realiza el Acto Penitencial, en el que el celebrante invita a los asistentes a reconocer los pecados propios acompañado de la oración que pide a Dios el perdón (acto de contrición).

La Asamblea guarda un momento de silencio, para que los asistentes se arrepientan de sus pecados, conscientes de ellos. El acto de contrición es dirigido a Dios Todopoderoso, porque el pecado rompe el diálogo con Él; a los hermanos, porque según la teología de la Iglesia, el pecado afecta la santidad de la Iglesia, de la que todos son responsables.

Para dicho acto el Misal Romano ofrece tres formas diferentes de Acto Penitencial:

La primera es el "Yo Confieso", la más frecuente, esta tiene una doble dimensión del arrepentimiento y la conversión; al ofender a Dios se reconcilia con él; si ha ofendido a la Iglesia, también llama a reconciliarse con la Iglesia, por la cual se pide a los santos y a la Iglesia reunida en Asamblea, que se ore por los pecados cometidos.

La segunda forma, es un diálogo que une la esperanza de que Dios muestra su misericordia y concede su salvación.

La tercera forma, son letanías alternadas con peticiones o el canto del “Señor, Ten Piedad”. El misal presenta una serie variada de peticiones para la tercera formula, dando al celebrante la posibilidad de elegir según el tiempo litúrgico.
Además, de estas tres formulas el Misal recomienda el Rito de la bendición y aspersión del agua, especialmente en las Eucaristías dominicales. Es allí en ése momento de la Santa Misa donde se perdonan todos los pecados veniales.

RACIONALIZACIÓN

La racionalización es un mecanismo de defensa que consiste en justificar las acciones (por lo general la de propia persona) a fin de evitar la responsabilidad ... La racionalización es una manera de asegurar la caída en el pecado.

La racionalización es el intento de buscar una excusa para pecar y seguir pecando, por alguna circunstancia que la misma persona elabora, lo que disminuye o incluso lleva totalmente a excusar el pecado.
"No hay excusa para el pecado", y la racionalización es un hábito muy malo para empezar a cometer pecados graves.

Debemos tener muy en cuenta que todo pecado venial, sino se corrige pronto, termina en pecado mortal.
Seamos honestos sobre todo con nosotros mismos. Es esta falta de honestidad, la que lleva a muchas almas al infierno, ya que siempre encuentran excusas para todo, y siguen pecando.
Echemos un vistazo a nuestra razón, y a continuación, vamos a ponernos a prueba.

Si siempre acudimos a un amigo sincero y le damos todo tipo de excusas de nuestra manera de actuar:
hice esto, hice aquello, para mi es así (aunque es malo), me gusta hacerlo así (aunque no es lo mejor) para mi no es pecado, (aunque sí lo es), etc....

¿Aceptaría un amigo sincero que cada vez me salga con diferentes tipos de excusas?

Pensemos ahora en Dios.

Si le dijera esto directamente a Dios Todopoderoso, ¿Aceptaría Dios cada vez mis excusas?

Lo más probable es que no lo aceptaría, por lo que tampoco debería hacerlo. Recuerde que nuestro objetivo aquí es descubrir nuestros pecados, y luego resolver el camino a seguir para no pecar más.
El que quiera dejar el pecado debe orar mucho pidiendo la ayuda de Dios, la intercesión del Espíritu Santo para que le dé sabiduría, y la ayuda espiritual de María Santísima, porque si se enfrenta solo con el pecado, nunca dejará de pecar.

LA CONFESIÓN DE LOS PECADOS

La confesión (o revelación) de los pecados, incluso desde un punto de vista simplemente humano, nos libera y facilita nuestra reconciliación con los demás.
A través de la confesión, el ser humano se enfrenta a los pecados que él es culpable, se hace responsable de ellos, y de ese modo se abre de nuevo a Dios y a la comunión con la Iglesia con el fin de hacer posible un nuevo futuro.

Cuando los fieles de Cristo se esfuerzan por confesar todos los pecados que se pueden recordar, sin duda, se humillan ante un hombre y ponen todos su pecados ante la misericordia divina de Dios esperando el perdón. Pero los que no lo hacen y callan conscientemente algunos pecados, en lugar de recibir la bondad de Dios para la remisión de sus pecados, agravan su situación llevando consigo una carga pesada, que solo se alivia con la siguiente confesión total de sus faltas.
Pues si el enfermo se avergüenza de descubrir su llaga al médico, la medicina no lo puede curar, ya que no se puede curar lo que no sabe.

Según el mandamiento de la Iglesia, después de haber alcanzado la edad del discernimiento, cada persona está obligado a confesar fielmente sus pecados graves al menos una vez al año. Quien es consciente de haber cometido un pecado mortal no debe recibir la Sagrada Comunión, incluso si experimenta una profunda contrición, sin haber recibido antes a la confesión sacramental, a menos que tenga una razón muy grave para y no haya posibilidad de ir a la confesión.

Los niños deben acceder al sacramento de la Penitencia antes de recibir la Sagrada Comunión por primera vez.

Sin ser estrictamente necesaria, la confesión de las faltas cotidianas es decir los pecados veniales, no hace falta confesarlos, pero está recomendada vivamente por la Santa Iglesia confesar dichas faltas durante la confesión. En efecto, la confesión habitual de los pecados veniales ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, a progresar en la vida del Espíritu, y llevar una vida más pura y más santa.

Cuando se realiza la confesión con frecuencia, mediante este sacramento, el don de la misericordia del Padre, en el creyente se ve impulsado a ser misericordioso como es misericordioso Dios, así dice la biblia:

"El que confiesa sus pecados. . . ya está trabajando con Dios. Dios acusa tus pecados en tu mente, si tu también te acusas, te unes a Dios. El hombre y el pecador, son, por así decirlo, dos realidades: cuando oyes dentro tuyo "hombre" esto es lo que Dios ha hecho, y cuando escuchas dentro tuyo "pecador", esto es lo que el hombre mismo ha hecho.

Destruye tú el mal que has hecho para que Dios salve el bien que ha hecho. . . . Cuando comienzas a detestar lo que has hecho mal, entonces es que tus obras buenas comienzan a dar luz. El comienzo de las obras buenas es la confesión de las obras malas. Si haces esto haces la verdad y vienes a la luz de Dios.

¿CÓMO DEBE HACERSE LA CONFESIÓN?

La Iglesia nos propone seis pasos a seguir para hacer una buena confesión y aprovechar así al máximo las gracias de este maravilloso sacramento. Estos pasos expresan simplemente un camino hacia la conversión, que va desde el análisis de nuestros actos, hasta la acción que demuestra el cambio que se ha realizado en nosotros.

Esta confesión de pecados debe ser:

Sincera: Es decir, sin querer engañar al sacerdote, pues a Dios es imposible engañarlo.

Completa: Es decir, sin callarse ningún pecado, por más grave que fuera o espantoso.

Humilde: Es decir, sin altanería ni arrogancia.

Prudente: Es decir, que debemos usar palabras adecuadas y correctas, y sin nombrar personas ni descubrir pecados ajenos, solo los propios. En caso de haber participado con alguien en algún pecado, deberá decirlo sin nombrar a nadie.

Breve: Es decir, sin explicaciones innecesarias y sin mezclarla con otros asuntos, se dice el pecado pero no se debe entrar en "detalles", de como se pecó. Ejemplo: cometí un acto sexual con un chico o una chica una sola vez. (Sin entrar en detalles de cómo fue la relación sexual, en este caso los detalles no solo perturban al que se confiesa sino también al sacerdote, en otros casos no sería una confesión sino un psicoánalisis).

Satisfacción: Consiste en cumplir la penitencia que nos impone el sacerdote, con la intención de reparar los pecados cometidos. Es obligatorio cumplir la penitencia, porque es parte del mismo sacramento, y requisito imperioso para el perdón total de los pecados.

- Para confesarse hay varios requisitos; a saber:

1) Hacer un EXAMEN DE CONCIENCIA.

2) LA CONTRICIÓN O DOLOR DE LOS PECADOS.

3) EL PROPÓSITO DE ENMIENDA.

4) LA CONFESIÓN DE LOS PECADOS.

5) La PENITENCIA.

6) RECIBIR LA ABSOLUCIÓN DEL SACERDOTE.


1) EL EXAMEN DE CONCIENCIA.

- Lo primero que hay que hacer es PENSAR QUÉ PECADOS HAS COMETIDO desde la última vez que te confesaste. A esto se le llama hacer un examen de conciencia. Ponernos ante Dios que nos ama y quiere ayudarnos. Analizar nuestra vida y abrir nuestro corazón sin engaños.

Breve cuestionario para el examen de conciencia.

Con el objetivo de analizar profundamente los actos que hemos hecho desde la última confesión, algunas veces puede resultar útil ayudarse de un cuestionario que nos ayude a llegar a esos rincones íntimos de la conciencia que nos pueden pasar desapercibidos.

Mi actitud y mis acciones u omisiones hacia Dios:

- ¿Creo verdaderamente en Dios o confío más en brujerías, amuletos, supersticiones, horóscopos o "energías"?

- ¿Amo a Dios sobre todas las cosas o amo más a las cosas materiales?

- ¿Voy a Misa los Domingos y trato de descansar ese día para dedicarlo a Dios?

- ¿Me confieso y comulgo frecuentemente?

- ¿Hago un rato de oración entendida como un diálogo íntimo con Dios?

- ¿He usado el nombre de Dios sin respeto?

¿Pido ayuda a la Virgen y al Espíritu Santo?

- ¿Defiendo a la Iglesia y a sus representantes o escucho cómo la atacan y no hago nada?

Mi actitud y mis acciones u omisiones hacia los demás (prójimo):

- ¿Trato bien a mi familia?

- ¿Busco hacerlos felices o que se haga lo que yo digo?

- ¿Los respeto o los maltrato?

- ¿Trato bien a los demás?

- ¿Soy justo con todos?

- ¿Ayudo a los necesitados?

- ¿He matado, robado o mentido?

- ¿He hecho daño a alguien, con mi actitud, con mis palabras?

- ¿Acostumbro hablar mal o pensar mal de los demás?

Mi actitud y mis acciones u omisiones hacia mí mismo:

- ¿Lucho por ser mejor cada día?

- ¿He controlado mi carácter?

- ¿He respetado mi cuerpo y el de los demás?

- ¿He alejado de mi mente los malos pensamientos?

- ¿He sido fiel en mi matrimonio?

- ¿He sido leal a mis amistades?

- ¿Siento envidia de los demás, por lo que son o lo que tienen?

2) LA CONTRICIÓN

Contrición es, en el sacramento de la penitencia, dolor y pesar de haber pecado ofendiendo a Dios; arrepentimiento de una culpa cometida. El acto de contrición no es un sentimiento de pena, de vergüenza o de angustia.

Es una disposición de la inteligencia y de la voluntad libre, no de la sensibilidad. Es una actitud de toda la persona pecadora. Es arrepentimiento, dolor, pena ante el pecado cometido por la misma ofensa hecha a Dios.
El dolor de los pecados, es motivado por el arrepentimiento de haber ofendido a Dios por ser El quien es y no sólo en virtud de los premios perdidos (el cielo, el amor, la vida eterna...) o castigos merecidos (el infierno eterno).

Los tres elementos del concepto contrición;

- sentimiento ó dolor de los pecados,
- rechazo o renuncia a pecar,
- propósito de cambio, empezar una vida nueva.

Han sido y son elementos claves para autentificar el arrepentimiento, de modo que si nos falta uno sólo de estos conceptos haría dudar de la autenticidad de esta disposición moral.

- Esto significa que todo pecador siente en su alma un verdadero DOLOR por haber cometido ese pecado y haber ofendido a Dios. Contrición significa arrepentimiento de haber hecho algo malo, y éso malo ofende, a quien dá tanto bien, (Dios).
- Recuerda que no hay pecado, por grande que sea, que no pueda ser perdonado si te acercas a la misericordia de Dios con un corazón arrepentido, siempre pero siempre Dios te perdona.

- Para que el arrepentimiento sea perfecto, debes pensar que te arrepientes de tus pecados PORQUE AMAS A DIOS y no por miedo a irte al infierno por el sufrimiento de allí se padece.

El Acto de contrición en dos palabras:
“Dios mío, perdóname”,
“Dios mío, perdóname”.

Es especialmente según la Iglesia Católica para aquellos que están en peligro de muerte, ya que el sentido del oído es el último que se pierde al momento de morir, también utilizado para el Sacramento de la Penitencia (Confesión).

Para lograr un Acto de Contrición no es necesaria ninguna fórmula, pero si tener la recta conciencia de arrepentirse de los pecados cometidos.

Entre los actos del penitente, la Contrición aparece en primer lugar. Es "un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar". (Catecismo de la Iglesia Católica, 1451)

DIVISION DE LA CONTRICIÓN

La teología divide la contrición en perfecta (“contritio caritate”) e imperfecta (“contritio late dicta”), llamado también atrición.

Cuando el arrepentimiento que brota en nosotros es semejante al amor de Dios, amándolo por sobre todas las cosas, llorando nuestros pecados y pidiendo perdón; la contrición se llama "contrición perfecta" (contrición de caridad).
Semejante contrición perdona las faltas veniales; obtiene también el perdón de los pecados mortales, pero sí comprende la firme resolución de recurrir tan pronto como sea posible a la confesión sacramental con un sacerdote.

La contrición llamada "imperfecta" (o "atrición") es también un don de Dios, un impulso del Espíritu Santo. Nace de la consideración de la fealdad del pecado cometido o del miedo a la condenación eterna del infierno, y de las demás penas y sufrimientos con que es amenazado el pecador.

Tal conmoción de la conciencia puede ser el comienzo de una evolución interior que culmina, bajo la acción de la gracia, en la absolución sacramental que el sacerdote imparte en la confesión. Sin embargo, por sí misma la contrición imperfecta no alcanza el perdón de los pecados graves o mortales, pero dispone a obtenerlo en el sacramento de la Penitencia, por esa razón, el penitente debe acudir de inmediato a una Iglesia y confesarse.

Catecismo de la Iglesia Católica, 1452, 1453

La contrición perfecta perdona los pecados veniales y mortales. Está motivada por el amor a Dios, en actitud de tristeza generada en las facultades superiores, inteligencia y voluntad, ante la ofensa hecha a Dios, Ser Supremo.

ATRICIÓN O CONTRICIÓN IMPERFECTA

No siempre los seres humanos, sobre todo aquellas personas con falta de cultivo espiritual, pueden llegar con facilidad a una contrición perfecta, teniendo como exclusiva referencia al mismo Dios. La tradición de la Iglesia ha enseñado que también son excelentes los sentimientos de rechazo del pecado por otros motivos menos teocéntricos (Dios es el centro del universo) y más antropocéntricos (hace al ser humano medida de todas las cosas): el temor al castigo, la pérdida del Cielo, el temor a lo desconocido, el remordimiento, la vergüenza, etc.

La atrición no son sentimientos perfectos, pero si aptos para orientar al espíritu contra el mal y evitar el pecado. La atrición teme al castigo, siendo por tanto un sentimiento interesado y valorado en bien del alma. Este es un temor que aproxima al arrepentimiento y dispone a la conversión, creyéndolo la Iglesia como un medio para lograrlo en la reconciliación sacramental o confesión.

El Concilio de Trento declaró que "la atrición es insuficiente, sin el sacramento de la confesión, para justificar al pecador, pero que puede disponerle para recibir la gracia de la justificación por medio del sacramento." (Denz. 898)
Según la teología la atricción es el acto de arrepentirse sin tener como propósito el reparar la conducta, esta siendo Contrición imperfecta, produce la Contrición perfecta. La atrición considera el pecado una ofensa a Dios y no una falta, considera la fealdad del pecado en si mismo, también el temor al infierno y al castigo (Denzinger 898). [editar]Contrición en la teología actual.

Según la teología y la Iglesia Católica la contrición es el primer y más importante acto de arrepentimiento. El acto de contrición seria un volver al Padre como el Hijo pródigo, siendo que «de esta contrición del corazón depende la verdad de la penitencia» (Reconciliatio et Paenitentia, 31).
La teología estudia el acto de contrición en dos vías, la del rechazo del pecado y la reorientación de la propia vida a Dios, implicando adhesión a la salvación donada por Cristo y experimentada por la Iglesia.

3) PROPÓSITO DE ENMIENDA

- Propósito de no volver a pecar. Consiste en decidirse firmemente a no volver a pecar; en estar dispuestos a evitar el pecado, cueste lo que cueste. Si verdaderamente amo, no puedo seguir lastimando a quien amo. De nada sirve confesarnos si no queremos mejorar. Podemos caer de nuevo por debilidad, pero lo importante es la lucha, no la caída.

Por eso es muy necesario que se tenga la intención firme de NO VOLVER A COMETER ESE PECADO, O AL MENOS LUCHAR CON TODOS LOS MEDIOS. La persona que se confiesa con la idea de que va a volver a hacer ese pecado y no le importa (pues al fin, se vuelve a confesar), no tiene verdadero arrepentimiento.

El propósito de enmienda brota espontáneamente del dolor. Si tienes arrepentimiento de verdad, harás el propósito de no volver a pecar.
Dice el profeta Isaías: «Que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y Él tendrá piedad».

Es absurdo decirse al pecar: después me arrepentiré. Ése después quizás nunca llegue. Si después piensas arrepentirte de verdad, para qué haces ahora lo que luego te pesará de haber hecho» Nadie se rompe voluntariamente una pierna diciendo: después me curaré.

El propósito hay que hacerlo antes de la confesión, y es necesario que perdure (por no haberlo retractado) al recibir la absolución. El propósito tiene que ser universal, es decir, propósito de no volver a cometer ningún pecado grave. No basta que se limite a los pecados de la confesión presente. Y debe ser «para siempre». Sería ridículo que uno que ha ofendido a otro le dijera: «Siento lo ocurrido, pero me reservo el derecho de hacerlo otra vez, si me da la gana».

Si no hay verdadero propósito de la enmienda, la confesión es inválida y sacrílega.

No creas que tu propósito no es sincero porque preveas que volverás a caer. El propósito es de la voluntad; el prever es de la razón. Basta que tengas ahora una firme determinación, con la ayuda de Dios, de no volver a pecar. El temor de que quizás vuelvas después a caer no destruye tu voluntad actual de no querer volver a pecar.

Y esto último es lo que se requiere. Para poder confesarse no hace falta tener la seguridad de no volver a caer.
Esta seguridad no la tiene nadie. Basta estar seguro de que ahora no quieres volver a caer. Lo mismo que al salir de casa no sabes si tropezarás, pero sí sabes que no quieres tropezar, y haces todo lo posible para no tropezar.

Dice Juan Pablo II: Es posible que, aun en la lealtad del propósito de no volver a pecar, la experiencia del pasado y la conciencia de la debilidad actual susciten el temor de nuevas caídas; pero eso no va en contra de la autenticidad del propósito, cuando a ese temor va unida la voluntad, apoyada por la oración continúa, de hacer lo que es posible para evitar la culpa.

Pero no olvides que para que el propósito sea eficaz es necesario apartarse seriamente de las ocasiones de pecar, porque, dice la Biblia: « quien ama el peligro perecerá en él»
Acuérdate de este dicho: Si quieres resultados diferentes, porqué haces siempre lo mismo.

Y si te metes en malas ocasiones, serás malo, y de seguro que pecarás. Hay batallas que el modo de ganarlas es evitarlas. Combatir siempre que sea necesario, es de valientes; pero combatir sin necesidad, trastorna el espíritu, y puedes que pierdas sino es bien preparado.

Si no quieres quemarte, no te acerques demasiado al fuego.
Si no quieres cortarte, no juegues con una navaja de afeitar. Quien quiere verlo todo, oírlo todo, leerlo todo, saberlo todo,
es moralmente imposible que guarde pureza de cuerpo y alma.

Es necesario frenar los sentidos..., y la concupiscencia!
La concupiscencia es una fiera insaciable.
Aunque se le dé lo que pide, siempre quiere más. Y cuanto más le des, más te pedirá y con más fuerza.
La fiera de la concupiscencia hay que matarla de hambre.
Si la tienes castigada, te será más fácil dominarla. La concupiscencia te llavará al deseo ansioso de bienes materiales y al apetito desordenado de placeres sensuales o sexuales.

En las ocasiones de pecar hay que saber cortar cuanto antes. Si coqueteas, vendrá un momento en que la tentación te cegará y llegarás a cosas que después, en frío cuando todo haya pasado, te parecerá imposible que tú hayas podido realizar éso. La experiencia de la vida confirma continuamente estas palabras.

Si el propósito no se extendiese también a poner todos los medios necesarios para evitar las ocasiones próximas de pecar, no sería eficaz, mostraría una voluntad apegada al pecado, y, por lo tanto, indigna de perdón.

Quien, pudiendo, no quiere dejar una ocasión próxima de pecado grave, no puede recibir la absolución. Y si la recibe, esta absolución es inválida y sacrílega.

Ocasión de pecado es toda persona, cosa o circunstancia, exterior a nosotros, que nos da oportunidad de pecar, que nos facilita el pecado, que nos atrae hacia él y constituye un peligro de pecar. Se llama ocasión próxima si lo más probable es que nos haga pecar; pues, ya sea por la propia naturaleza, ya por las circunstancias, en tales ocasiones la mayoría de las veces se peca.

Hay obligación grave de evitar, si se puede, la ocasión próxima de pecar gravemente. De manera que quien se expusiera voluntaria y libremente a peligro próximo de pecado grave, aunque de hecho no cayese en el pecado, pecaría gravemente por exponerse de esa manera, sin causa que lo justifique.

La ocasión próxima de pecar se diferencia de la ocasión remota en que esta última es poco probable que nos arrastre al pecado.

Si la ocasión de pecado es necesaria y no se puede evitar, hay que tomar muy en serio el poner los medios para no caer. Para esto consultar con tu confesor.

Jesucristo tiene palabras muy duras sobre la obligación de huir de las ocasiones de pecar. Llega a decir que si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela; y que si tu ojo es ocasión de pecado, arráncatelo; pues más vale entrar en el Reino de los Cielos manco o tuerto, que ser arrojado con las dos manos o los dos ojos en el fuego del infierno.

Una persona que tiene una pierna gangrenada se la corta para salvar su vida. Vale la pena sacrificar lo menos para salvar lo más. Evitar un pecado cuesta menos que desarraigar un vicio. Esto es a veces muy difícil. Es mucho más fácil no plantar una bellota que arrancar una encina.

Los actos malos por pequeños que sean si son repetidos crean malos hábitos y esclavizan al ser humano. Dice el proverbio latino: Gutta cavat petram, non semel sed saepe cadendo; La gota de agua, a fuerza de caer, termina por ahuecar la piedra.

Para apartarse con energía de las ocasiones de pecar, es necesario rezar mucho continuamente y orar pidiendo fortaleza a Dios. El Santo Rosario es el arma perfecta para no pecar nunca más. Pídeselo mucho a Jesús y a la Virgen María que te aleje de las ocasiones de pecado, y fortalece tu alma comulgando todos los días si es posible.

Recuerda que si pecas, levántate!, no te quedes estancado, sigue adelante, lo que verdaderamente vale es que continúes. Pide siempre auxilio, mira que tú solo no puedes, la vida tiene tramos difíciles, pero junto a Jesucristo la vida se hace una carga ligera.
Los que están en el infierno, pecaron y nunca se levantaron, se dejaron arrastrar por la corriente y nunca hicieron el menor esfuerzo por salir de ella.

4) CONFESAR LOS PECADOS

Consiste en decirle al Sacerdote todos los pecados que hemos descubierto en el examen de conciencia. El sacerdote es un instrumento de Dios. Debemos dejar a un lado la "vergüenza" o el "orgullo" y abramos nuestra corazón seguros de que es Dios quien nos escucha.
Respecto al perdón de los pecados, debemos examinar dos doctrinas que son críticas:

"El que quiere obtener la reconciliación con Dios y con la Iglesia debe confesar al sacerdote todos los pecados graves que no ha confesado aún y de los que se acuerda tras examinar cuidadosamente su conciencia".

"La confesión de los pecados hecha al sacerdote constituye una parte esencial del sacramento de la Penitencia".
Además el hecho de arrodillarnos y confesar nuestros pecados constituye un acto de humildad, que Dios exige par perdonarnos.
El ser humano por naturaleza es arrogante, soberbio, no le gusta ser dirigido, ni ser sometido.
La confesión hace que agachemos la cabeza y nos demos cuenta que si Jesucristo siendo Dios se sometió y se humilló para salvar nuestra alma muriendo en la cruz, cuánto más nosotros debemos humillarnos a semejanza de Jesús.
El nos dio el ejemplo, nosotros debemos seguirlo, aunque nos cueste, y nuestra humanidad se revele.

"Es llamado sacramento de la confesión porque la declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento para el perdón de los pecados."

Debemos decirle al sacerdote los pecados, sin darle vueltas, tratando de ser claro y no olvidando ninguno.
No debemos tener pena ni miedo, recordemos que el sacerdote es el representante de Jesús en este mundo; es Jesús quien te ama, te escucha y te perdona através del sacerdote. Y recuerda que después de la confesión tendrás de nuevo la amistad de Dios y podrás vivir más cerca de El, sentir su amor, su misericordia, su cuidado, su paz.

"Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado". Salmos 32:5

"Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad".
1 Juan 1:9

David confesó sus pecados a Dios cuando oró:

"Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí". Salmos 51:2-3

5) LA PENITENCIA

- Es lo que el sacerdote le comunica al confesado que debe realizar para reparar el daño que hizo por su pecado. La penitencia puede ser a realizar algo espiritual como algunas unas oraciones: rezar un Rosario, rezar por los emfermos o también asistir a misa durante la semana y ofrecerlo para satisfacer los pecados cometidos.

Otras formas de penitencia que el sacerdote da es visitar algún enfermo, hacerle compañía a quien este solo.
O tras te puede pedir que hagas algo para componer el mal que hiciste, por ejemplo regresar lo robado, o decir la verdad al que le mentiste y provocaste un daño por tu mentira. Esto último, se llama reparar el pecado.

La penitencia, traducción latina de la palabra griega metanoia que en el sentido Bíblico significa "conversión", literalmente un cambio de actitud, cambio de espíritu, comenzar una nueva vida, nacer de nuevo a nivel del pecador, designa todo un conjunto de actos interiores y exteriores dirigidos a la reparación del pecado cometido, y el estado de cosas que resulta de ello para el bien del pecador. Literalmente cambio de vida, designa el acto por el cual del quien peca vuelve a Dios después de haberse estado alejado, o del incrédulo que alcanza la fe mediante la penitencia.

LA PENITENCIA INTERIOR

"La penitencia interior del cristiano puede tener expresiones muy variadas. La Escritura y los Padres antigüos insisten sobre todo en tres formas: el AYUNO, la oración, la limosna, que expresan la conversión con relación a sí mismo, con relación a Dios y con relación a los demás.
Junto a la purificación radical operada por el Bautismo o por el martirio, citan también como medio para obtener el perdón de los pecados:
los esfuerzos realizados para reconciliarse con el prójimo;
las lágrimas de penitencia por parte del arrepentido;
la preocupación por la salvación del prójimo mediante la oración o la enseñanza del que ignora;
la intercesión de los santos pidiendo salud espirutual; y la práctica de la caridad a nuestros hermanos necesitados "la cual cubre multitud de pecados cometidos" (1 Pedro, 4,8.)." (Catecismo Iglesia Católica, n.1434).

Como ya los profetas lo venían anunciando, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, a las obras exteriores "cuánto tengo, cuánto doy, los ayunos para todos lo vean y las mortificaciones para que adulen del mortificado", sino a la conversión del corazón, a la misericordia con el prójimo es decir la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de penitencia (cf Jl 2,12-13; Is 1,16-17; Mt 6,1-6. 16-18).

La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia.
Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres dek Antigüo testamento llamaron "animi cruciatus" (aflicción del espíritu), "compunctio cordis" (arrepentimiento del corazón) (cf Cc. de Trento: DS 1676-1678; 1705; Catech. R. 2, 5, 4).

El corazón del hombre es rudo y endurecido por el pecado. Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo (cf Ez 36,26-27). La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios que hace volver a él nuestros corazones: "Conviértenos, Señor, y nos convertiremos" (Lc 5,21).
Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del pecado y comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de él. El corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron (cf Jn 19,37; Za 12,10).

Tengamos los ojos fijos en la sangre de Cristo y comprendamos cuán preciosa es a su Padre, porque, habiendo sido derramada para nuestra salvación, ha conseguido para el mundo entero la gracia del arrepentimiento (S. Clem. Rom. Cor 7,4).

Después de Pascua, el Espíritu Santo "convence al mundo en lo referente al pecado" (Jn 16, 8-9), a saber, que el mundo no ha creído en el que el Padre ha enviado. Pero este mismo Espíritu, que desvela el pecado, es el Consolador (cf Jn 15,26) que da al corazón del hombre la gracia del arrepentimiento y de la conversión (cf Hch 2,36-38; Juan Pablo II, DeV 27-48).

EL BENEFICIO ESPIRITUAL QUE NOS OFRECE LA PENITENCIA

1º - Borra los pecados mortales, los veniales, los pecados de omisión en el arrepentimiento.

2º - Restituye los méritos espirituales que hemos alcanzado por los méritos de Jesús en la Cruz y el derecho ir al cielo como los hijos de Dios, con todos sus beneficios.

3º - Da o aumenta en el que realiza la penitencia la gracia habitual del Amor por Dios, por el prójimo y por las cosas de Dios.

4º - Concede gracias espirituales actuales para evitar los pecados confesados, y no volverlos a cometer. Tiene mayor eficia en aquellas personas que demuestran mucho esfuerzo en no volver a pecar; evitando todas las ocasiones de pecado, y por sobre todo huyendo de los lugares de pecado y de la ocasión.

La penitencia como virtud difiere del sacramento en lo siguiente:

1º - La virtud de la penitencia ha sido necesaria en todos los tiempos para obtener el perdón de los pecados; el sacramento no es necesario, sino después de su institución por nuestro Señor Jesús y no produce su efecto sino respecto de los pecados cometidos después del bautismo.

2º - La virtud de la penitencia no es más que una parte del sacramento, el cual comprende además la confesión del penitente y la absolución del sacerdote.

3º - La virtud de la penitencia puede existir sin el sacramento, pero el sacramento no puede existir sin la virtud de la penitencia.

Es necesario insistir en la institución divina del sacramento de la penitencia y en la permanencia en la Iglesia del poder otorgado por Jesús a los apóstoles. La razón es clara, ya que Jesús instituyó los sacramentos para todos los seres humanos y para todos los tiempos hasta el fín del mundo.

LAS TRES PRUEBAS CONVINCENTES

Tenemos tres pruebas convincentes de que la ley de la confesión fue impuesta por Jesús al instituir este sacramento:
Las partes esenciales del sacramento de la Penitencia son:

1° - La confesión;

2° - la contrición;

3° - y la satisfacción por los pecados cometidos; que se refiere al penitente y la absolución que se refiere al sacerdote.

La confesión de los pecados mortales debe ser íntegra. Esta integridad puede ser material y formal. Estamos obligados a esta segunda manera de integridad, es decir, a acusarnos de los pecados mortales, que recordemos, como podamos y con la mayor exactitud de número que podamos o recordemos.

Hay obligación de confesar los pecados mortales; éstos constituyen la materia necesaria del sacramento; los pecados mortales ya perdonados y los pecados veniales son materia suficiente para la absolución sacramental.

Los pecados dudosos no hay obligación de confesarlos. La duda puede ser si se cometió o no el pecado, de si fue grave o leve, de si se confesó bien, o no se confesó. En ninguno de estos tres casos hay obligación de confesar el pecado.
Sin embargo, es laudable y buen beneficioso confesarlo al sacerdote como dudoso, para mayor tranquilidad del que se confiesa y formación de la conciencia.

Las palabras del Jesús Salvador, como constan en el Evangelio, la enseñanza unánime de la Tradición y la práctica universal de la Iglesia, a las que hay que añadir el testimonio de nuestra misma razón y del buen sentido.

Las palabras de Jesús al conferir esta potestad a los apóstoles y a sus sucesores nos dan a entender que la Iglesia debe ejercer dicha potestad a modo de juicio. Modo judicial quiere decir que atendiendo el juez, que aquí es el confesor, a lo que el pecador hizo o dejó de hacer, y a las circunstancias en que cometió el pecado, dé sentencia autoritativamente de absolución o de no absolución (atar o desatar), como lo hacen los superiores en toda sociedad bien organizada. Pero mal pueden decretar con justicia el perdón o el castigo, si no juzgar la causa con las circunstancias. De este modo, lo entendieron los apóstoles.

Los santos padres y Doctores de la Iglesia han enseñado desde los primeros tiempos de ella que no podemos esperar de Dios el perdón de nuestros pecados; si nos avergonzamos de confesarlos al sacerdote. La práctica de confesar los pecados es tan antigua como la Iglesia y es constante en todos los siglos; hasta las sectas separadas de la Iglesia Católica, en los primeros siglos, observaron siempre esta práctica, probando así su remota antigüedad.

La razón y el buen sentido convencen que la confesión no puede ser invención humana. A la verdad nadie se hubiera determinado jamás a confesarse, ni esta práctica se hubiera jamás generalizado tanto, si la confesión se hubiera querido introducir en virtud de leyes humanas. Sólo una ley divina puede imponerla y la confesión fue impuesta por una ley divina establecida por Jesús, promulgada por los apóstoles y conservada fielmente por la Iglesia en los tiempos.

6) LA ABSOLUCIÓN

En la teología católica, la absolución (del latín absolvere: liberar de, exculpar) es un pronunciamiento del perdón de los pecados cometidos a una persona que se ha arrepentido de su mal proceder, y es otorgada durante el sacramento de la penitencia.
La tradición católica señala que este rito está basado en el indulto que Jesús de Nazaret otorgó a los pecadores durante su ministerio y en la autoridad otorgada a Simón Pedro para "atar y desatar" (Mateo 16, 19; 18, 18 y Juan 20, 21-23). En los primeros tiempos de la iglesia, el sacerdote absolvía a los pecadores arrepentidos después de haber confesado y realizado su penitencia públicamente.

Canónicamente es el acto por el cual un sacerdote, teniendo la necesaria jurisdicción, restituye la gracia perdida por el pecado cometido. Es parte esencial del Sacramento de Reconciliación por el cual Dios perdona los pecados.
La absolución requiere que el penitente haga una buena confesión.

La fórmula de absolución en uso en la Iglesia latina expresa el elemento esencial de este sacramento; el Padre de la misericordia es la fuente de todo perdón, ÉL realiza la reconciliación de los pecadores por la Pascua de su Hijo Jesús y el don de su Espíritu, a través de la oración y el ministerio de la Iglesia:

La fórmula que el sacerdote dice es la siguiente:

"Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz.
Y yo te absuelvo de todos tus pecados, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo".

Catecismo de la Iglesia Católica. 1449

A lo cual el penitente contesta, "Amén."

- Al terminar la confesión el padre te da la absolución, es decir, el PERDÓN de todos tus pecados, y hace la señal de la cruz sobre la persona.
Al ser la absolución un regalo divino de Dios, muy grata y muy beneficiosa para el alma ya que "la eleva a un estado" de "hijos de Dios"; en toda la creación nadie tiene ése privilegio sino únicamente el ser humano.
La persona debe recibirla con mucha alegría, con humildad y con gran recogimiento interior, al saber que ahora es dichoso de recibir como herencia el Cielo que Dios prometió a sus elegidos, un Cielo nuevo una Tierra nueva.

Conforme al Código de Derecho Canónico, la absolución no puede darse si primero no hay una confesión individual de los pecados, salvo en los casos en los que el peligro de muerte haga imposible oír al penitente dicha confesión y ante una "necesidad grave".

DISCREPANCIAS ENTRE LAS CREENCIAS EVANGÉLICAS Ó PROTESTANTES Y CATÓLICAS

¿Qué dicen los Protestantes y los Evangélicos de los Católicos sobre la confesión y el perdón de los pecados?

Ellos piensan así: El catolicismo ordena a sus miembros que confiesen sus pecados a un hombre, a un pecador, pero la Biblia revela que quienes nacen de nuevo y son parte de la familia de Dios, pueden ir directamente "al trono de Dios" para pedir perdón por sus pecados:

1° - Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis trans-gresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado". Salmos 32:5

2° - "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad". 1 Juan 1:9

David confesó sus pecados a Dios cuando oró:

3°- "Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí". Salmos 51:2-3

He aquí la razón por la que los verdaderos cristianos tienen acceso al trono de Dios, sin confesarse ante un hombre como lo hacen los Católicos:

4° - "Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo...". Hebreos 10:19
Por la sangre sin pecado que Jesucristo derramó en la cruz, tenemos autoridad para ir directamente "al trono de Dios" en busca de perdón, sin tener que confesar nuestros pecados a un hombre, como lo hacen los Católicos.

Respuesta:

Los cristianos de creencias Evangélicas y Protestantes, rechazan confesar sus pecados a un "hombre", como lo llaman ellos, sacerdote como lo llamamos los Católicos, es un hombre pero ungido por un Obispo el cual le ha dado la potestad de perdonar los pecados.
En Santiago 5:16 dice que debemos Confesar las Transgresiones, es decir los pecados:

“Confesaos vuestros pecados unos a otros, y orad unos por otros para que seáis sanados.

La Iglesia Católica manda a sus fieles a confesar los pecados al sacerdote para poder ser perdonado, y obtener mediante al absolución el perdón completo de todos los pecados.

Las personas de creencias Evangelistas y Protestantes dicen que no se necesita confesarse con el sacerdote, que sólo hay que pedir perdón a Dios directamente y con esto basta. Esto no es cierto.

En el evangelio ( Jn 20,19-23 ) vemos muy claro que Cristo da a sus apóstoles ( los primeros sacerdotes ) el poder de perdonar los pecados y "no" dice que cada persona pida perdón a Dios directamente para que se le perdonen los pecados. Son dos cosas totalmente distintas.

¿Pero que seguridad tienen ellos de ser "totalmente" perdonados?

Para recibir el perdón como ellos creen se debe tener un remordimiento perfecto de los pecados, un verdadero arrepentimiento y un corazón contrito. El ser humano sino es por medio de la gracia de Dios, no es capaz de merecer el arrepentimiento sincero. Es muy probable que Dios les dé esos tres medios para pedir perdón y Dios se los acepta, obteniendo así un perdón parcial.

Pero el perdón "total" de los pecados se obtiene através de la confesión ante un sacerdote, como Jesús lo ordenó: Los pecados que vosotros os perdonéis serán perdonados y los que vosotros os retengáis serán retenidos.

Es decir a los que tienen creencias Evangélicas o Protestantes no obtienen el perdón "total" por faltarles la confesión ante un sacerdote, el cual ellos no valoran y subestiman.

Es necesario pedir perdón a Dios cuando se ha cometido algún pecado, pero para que el pecado sea perdonado en forma total la persona debe confesarse ante un sacerdote, recibir la absolución y cumplir con la penitencia dada por dicho sacerdote, este es el requisito que Dios exige, confesar los pecados ante un sacerdote, si es que queremos ser perdonados por Dios.

Los Evangélicos y Protestantes se preguntan y dudan de la potestad del sacerdote.

Ellos dicen de los Católicos:

¿Pueden los sacerdotes Católicos pueden perdonar los pecados?

La doctrina afirma que los sacerdotes Católicos tienen poder para perdonar pecados:

"Sólo los sacerdotes que han recibido de la autoridad de la Iglesia la facultad de absolver pueden ordinariamente perdonar los pecados en nombre de Cristo".
Esta doctrina católica también es contraria a la Palabra de Dios, dicen ellos:

"¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?" Marcos 2:7

El catolicismo enseña que el sacerdote es mediador entre Dios y el hombre. Pero la Biblia afirma que hay un solo mediador:

"Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre". 1 Timoteo 2:5

Una vez más el Catecismo admite que estas instrucciones no fueron dadas por Dios, sino que son tradiciones de hombres:
"Los Padres de la Iglesia presentan este sacramento como la segunda tabla (de salvación)...".

Respuesta:

En San Juan 20: 19-23 confirma ésa potestad de perdonar los pecados, y que es Jesús mismo quien se los dá, y que nuestros hermanos Evangélicos y Protestantes parecen no tener en cuenta.

19 Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo:
La paz sea con vosotros.
20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.
21 Jesús les dijo otra vez: La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.
22 Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.
23 A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

Si los nuestros hermanos Evangélicos y Protestantes ignoran esto, en sus creencias algo esta fallando.
Toman algunas parte del Antigüo Testamento ignorando partes importantes del Nuevo.
Aún así siguen teniendo dudas y atacan al Catolicismo y declaran:

Conclusión del pensamiento Protestante o Evangélico.

Millones de fieles católicos ciegamente esperan su turno ante los confesionarios, creyendo que el sacerdote tiene el poder de perdonar sus pecados.

¿Qué hará ustedes hermanos? ¿A dónde irán en busca del perdón de sus pecados? ¿Irá ante un sacerdote Católico pecador, un hombre común, tal como lo demandan las tradiciones católicas hechas por hombres?

¿O irá directamente al trono de Dios Todopoderoso, tal como enseña la Biblia?

Porque hermanos la biblia dice:

"De lo profundo, oh Jehová, a ti clamo. Señor, oye mi voz; estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica. Ay, si mirares los pecados, ¿quién, oh Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado". Salmos 130:1-4

Respuesta;

Nuestros hermanos Protestantes que se han separado de la Iglesia Católica y la atacan continuamente, se olvidan también que Jesucristo dio a Pedro las llaves del Reino de los Cielos; "En verdad os digo, todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo". San Mateo 18: 18.

Dando poder a Pedro de ordenar la Iglesia, regirla y gobernarla. Y así se ha hecho más de 2000 años. Si la Iglesia lo manda no es por capricho de un hombre, como dicen los Evangélicos y Protestantes, sino que la cabeza principal el Papa realiza un Concilio (del latín concilium) una reunión o asamblea de autoridades religiosas (obispos y otros eclesiásticos) generalmente efectuada por la Iglesia Católica u Ortodoxa, para deliberar o decidir sobre las materias doctrinales y de disciplina.
Allí tratarán temas concernientes para mejorar y sostener la Iglesia Universal. Recordemos que la Iglesia somos todos, todos formamos un solo cuerpo, cuya cabeza es Jesucristo, quien sostiene y vela por su Iglesia, y ningún poder maligno podrá contra ella.


LOS PECADOS DEBEN CONFESARSE ANTE UN SACERDOTE
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PROPÓSITO DEL MES:

Es un útil y muy beneficioso para el alma confesarse una vez al mes, o siempre que sea necesario éso depende de la persona y la situación en que se encuentra.
Todos necesitamos de la confesión hasta el más santo.
Las monjas, los sacerdotes también necesitan confesarse.

Las monjas deben oir misa y comulgar todos los días sino hay algún impedimento. Si lo necesitan deben confesarse cuántas veces sea necesario durante la semana.
Los sacerdotes también se confiesan, depende de cuánto lo necesiten y las veces que sea necesario, ya que es obligatorio para ellos hacer Misa y comulgar todos los días.

Los sacerdotes generalmente se confiesan con sacerdotes de otra congregación. Es habitual también confesarse entre ellos, siempre que exista confianza. El cura párroco de una Iglesia suele confesar a los sacerdotes a su cargo, pero no necesariamente, pueden elegir un sacerdote de otra Iglesia.
Demuestran su humildad confesándose con sacerdotes de su misma Iglesia. Algunos sacerdotes se confiesan con otro de mayor rango, pero son los menos.

El Papa también necesita confesarse, y lo hace tantas veces le sea necesario, y lo hace generalmente con un sacerdote raso, y no con un obispo o con un cardenal, demostrando así su humildad ante toda la grey.
El Papa puede escoger a cualquier sacerdote como su confesor, pues en cada sacerdote está la facultad de perdonar los pecados en el nombre de Cristo.

- Ahora prepara tú una buena confesión, toma tu tiempo y reflexiona en silencio, busca ayuda espiritual, invoca al Espíritu Santo él abrirá tu mente y te recordará todo lo debes confesar, hazlo con humildad diciendo:

"Oh Espíritu Santo,
dulce huésped de mi alma,
apiádate de mis miserias,
sácame del error,
y cóncedeme el perdón de mis faltas".
Amén.

Repítelo cuántas veces sea necesario, hasta sentir el beneficio de la paz interior, cuánto más humildad pongamos, más sentiremos el amor que Dios nos tiene y nos revelará lo importante que es la confesión.

Ahora busca al sacerdote y dile que quieres confesarte. No sabes cuanta paz y felicidad se tiene después de pedir perdón a Dios por todas las faltas cometidas. Se cumplirá en tí lo del hijo pródigo, Lucas 15: 11-32, habrá más alegría en el Cielo por una persona que volvió a Dios, que por 100 justos que no necesitan confesarse.
Esa alegría la sentirás en tu corazón y en toda tu persona, y permanecerá en tí todo el tiempo que estés en estado de gracia. Los que te rodean verán en tí un cambio que este mundo no puede explicar.
¡Recuerda que Dios te ama y te perdona siempre, no dudes nunca del Amor que Dios nos tiene!

UN RELATO VERÍDICO DEL BEATO JUAN PABLO II

En abril del año 2010, en el canal de la Madre Angélica (EWTN), relataron un hecho inédito de la vida del Beato Juan Pablo II, algo muy poco conocido.

Un sacerdote norteamericano de la arquidiócesis de Nueva York se disponía a rezar en una de las parroquias de Roma cuando, al entrar, se encontró con un pordiosero. Después de observarlo durante un momento, el sacerdote se dio cuenta que conocía a aquel hombre que pedía limosna en la entrada de la puerta de la Iglesia. Era un compañero del seminario, ordenado sacerdote el mismo día que él. Ahora mendigaba por las calles de Roma.

El sacerdote, tras identificarse y saludarle, escuchó de labios del mendigo cómo había perdido su fe y su vocación. Quedó el sacerdote norteamericano profundamente estremecido.

Al día siguiente el sacerdote llegado de Nueva York tenía la oportunidad de asistir a la Misa privada del Papa, a quien podría saludar al final de la celebración, como suele ser la costumbre. Al llegar su turno, sintió el impulso de arrodillarse ante el Santo Padre y pedir que rezara por su antiguo compañero de seminario que pedía limosa y le describió brevemente la situación de su compañero al Papa Juan Pablo II.

Un día después el sacerdote neoyorquieno recibió una invitación del Vaticano para cenar con el Sumo Pontífice, en la que se solicitaba llevara consigo al mendigo que pedía en la puerta de la Iglesia. El sacerdote volvió a la parroquia y le comentó a su amigo el deseo del Papa. Una vez convencido el limosnero, le llevó a su lugar de hospedaje, le ofreció ropa y la facilidad de asearse.

El Sumo Pontífice, después de la cena, indicó al sacerdote que los dejara solos, y pidió al mendigo que quería confesarse con él, y que escuchara su confesión. El hombre, impresionado, le respondió que ya no era sacerdote, a lo que el Papa le contestó: “una vez sacerdote, sacerdote serás siempre”. “Pero estoy fuera de mis facultades de sacerdote”, insistió el mendigo, quien recibió como respuesta: “Yo soy el Obispo de Roma, me puedo encargar de eso”.

El hombre escuchó la confesión del Santo Padre y le pidió a su vez que escuchara su propia confesión. Después de ella el mendigo lloró amargamente. Al final Juan Pablo II le preguntó en qué parroquia había estado mendigando, y lo designó asistente de párroco de la misma, y encargado de la atención a los mendigos.

Nadie puede acallar la conciencia de que todos necesitamos la reconciliación divina.

P. Pegueros.

JESÚS MISERICORDIOSO NOS HABLA DE LA CONFESIÓN

Jesús le habla a sor Faustina Kowalska sobre la importancia de la confesión.
Nos le Jesús:

“Di a las almas que es en el tribunal de la misericordia donde han de buscar consuelo; (el Sacramento de la Confesión) ahí tienen lugar los milagros más grandes y se repiten incesantemente.
Para obtener este milagro no hay que hacer una peregrinación lejana ni celebrar algunos ritos exteriores, sino que basta acercarse con fe a los pies de Mi representante y confesarle con fe su miseria y el milagro de la Misericordia de Dios se manifestará en toda su plenitud.

Aunque un alma fuera como un cadáver descomponiéndose de tal manera que desde el punto de vista humano no existiera esperanza alguna de restauración y todo estuviese ya perdido. No es así para Dios. El milagro de la Divina Misericordia restaura a esa alma en toda su plenitud.

Oh "infelices" que no disfrutan de este milagro de la Divina Misericordia; lo pedirán en vano cuando sea demasiado tarde.” (1448 Diario de Santa Faustina Kowalska). Nuestro Señor Jesucristo Rey de Misericordia

“...Que no tema nadie acercarse a Mí, que el alma débil y pecadora, y aunque tuviera más pecados que granos de arena hay en la tierra, todo se hundirá en el abismo de mi Misericordia”.( Diario 758)
“Jamás rechazaré un corazón arrepentido, la miseria del pecador se ha hundido en el abismo de Mi misericordia” (1485).
Jesús, en Tí confío.

DIOS ES INMENSAMENTE MISERICORDIOSO CON LOS QUE SE CONFIESAN

Del latín misericordĭa, la misericordia es una virtud del ánimo que lleva a compadecerse de las miserias ajenas.
Se trata de una actitud bondadosa que, por lo general, puede mostrar una persona acaudalada hacia otra más necesitada, o un sujeto que se siente ofendido hacia su ofensor.

Para el cristianismo, la misericordia es un atributo divino. Los fieles piden misericordia a Dios para que éste tenga piedad por sus pecados y desobediencias. Al pedir misericordia, se está pidiendo consideración, amabilidad y perdón. De acuerdo a las palabras de Jesús, el ser humano debe ser misericordioso con su prójimo para ser tratado con misericordia. La misericordia se opone al rencor, la venganza y el desprecio, entre otras actitudes y sentimientos.

La misericordia puede ser tanto material como espiritual. Ofrecer alimento a un hambriento, dar un techo a quien no tiene casa o regalar ropa a alguien que viste con harapos son obras de misericordia, al igual que enseñar a quien no tiene acceso a la educación, consolar a quien se encuentra afligido, son obras de misericordias materiales o corporales.
Rezar para la salvación de alguien, rezar por la salud de los enfermos, rezar por la aflicción de las almas del Purgatorio y perdonar al que se equivoca, son obras de misericordia espirituales.

Es importante distinguir entre la misericordia y la lástima, ya que ésta última es pasajera y se aplica al sujeto que la provoca (y no al que siente). Por ejemplo: al ver un hombre pidiendo limosna, otro sujeto puede sentir lástima (por el infortunado) y expresar su actitud misericordiosa invitándolo a cenar a su hogar.
Otros usos del término misericordia están vinculados a la pieza en los asientos de los coros de las iglesias que permiten descansar disimuladamente y al puñal que utilizaban los caballeros de la Edad Media para ultimar a sus enemigos.

EL PROBLEMA DEL ARREPENTIMIENTO

"Arrepiéntanse, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo." (Pedro en Pentecostés, Hechos 2:38)

El arrepentimiento es indispensable para nacer de nuevo y ser cristiano. Sin arrepentimiento no hay perdón de los pecados, y no hay salvación. ¡Cuán importante es entonces entender qué es el arrepentimiento!
- Desafortunadamente, las iglesias de hoy han diluido tanto el significado de esta palabra, que casi cualquier pecador puede decir que se ha "arrepentido", y los hermanos en las iglesias se lo creen.

¿QUÉ "NO" ES EL ARREPENTIMIENTO?

Enumerar algunas acciones que pasan por arrepentimiento, pero NO lo son.

- Repetir una "oración de entrega a Dios" y decir: "Señor, perdóname todos mis pecados."

Las personas que rezan pidiendo perdón, pero no lo sienten totalmente con un corazón abierto, con el sentimiento del perdón, no es arrepentimiento. Muchas veces lo hacen porque todos lo hacen, entonces, este "arrepentimiento" no nació dentro de ellos mismos. En la Iglesia del Santísimo Sacramento en Buenos Aires, un sacerdote en una homilía preguntó a las personas del primer banco:

"¿Qué pecados en particular deseas que el Señor te perdone?"

- No sabían nombrar ni uno solo; en realidad no estaban conscientes de sus pecados. Y aun si saben decir por ejemplo que han mentido o que han robado, no lo toman tan en serío: mañana serán capaces de volver a cometer el mismo pecado. Esto no es arrepentimiento.

- Lo mismo, pero clamando a alta voz y echando lágrimas.

Algunos personas creen que las lágrimas son una señal de un arrepentimiento verdadero. Muchas veces no es así. Muchas personas echan lágrimas solo por un "efecto de imitación": han visto que otros lloran, entonces piensan que ellos tienen que hacerlo también. - El mismo sacerdote relató: tuve varios encuentros con personas que habían cometido un pecado, y se acercaron llorando, pidiendo perdón y asegurando: "Le voy a decir toda la verdad"; pero resultó que las cosas que dijeron así con lágrimas, no era toda la verdad sino en parte, y distorcionada.

- Estar en una iglesia, arrodillarse y decir una oración de arrepentimiento, irse y listo, ¿es arrepentimiento?.

Como en casos anteriores, esto es solo un ritual exterior. Pero el arrepentimiento verdadero no es asunto de lo que hacemos por fuera; es un asunto del corazón y de un cambio en la vida.

- Confesar los pecados que cometiste, y pedir perdón por ellos.

Ahora ya llegamos un paso más cerca a la verdad del arrepentimiento. Aquí ya se reconoce abiertamente lo que hizo, y reconoce que estaba mal y que actuó mal. Pero,

¿es esto ya el arrepentimiento? -

Un asesino ante el juez hará lo mismo, si las pruebas en su contra tienen suficiente peso. Pero lo hará solamente porque sabe que si confiesa la verdad, su sentencia será menos severa. No lo hace por estar realmente arrepentido, sino para escapar de un apuro a ser sentenciado con mayor severidad. - De la misma manera, algunos personas confiesan sus pecados cuando son descubiertos y salen a la luz, porque saben que así quizás pueden evitar una disciplina o algún otro problema.
Si este es el motivo, entonces ¡no es arrepentimiento!

- Estar triste o avergonzado porque se descubrió tu pecado.

La tristeza y el estar avergonzado realmente es una parte del verdadero arrepentimiento. Pero,

¿es suficiente?

- Tenemos que preguntar por qué estás triste. ¿Estás triste porque sientes vergüenza, porque quedaste descubierto como pecador, o porque tu conciencia te acusa? Claro que todo esto te hace sentir mal - pero todavía no es arrepentimiento.
Hazte esta pregunta:

¿Sentirías la misma tristeza o estarías avergonzado si nadie supiera de tu pecado?

El asunto verdadero es que tu pecado ofende a Dios. Es por causa de Dios que debes arrepentirte; no por causa de tus hermanos, ni por causa de tu propia vergüenza que sientes. - Incluso podrías decidir no volver a cometer el pecado; pero si es solamente para ya no sentirte mal, todavía no es arrepentimiento verdadero. Mientras no has comprendido cuánto has ofendido a Dios con tu pecado, y cuán importante es Su honra, entonces todavía no te has arrepentido de verdad.

¿QUÉ ES ENTONCES EL ARREPENTIMIENTO?

En el idioma griego del Nuevo Testamento existen dos palabras que son traducidas con "arrepentirse", y cada una de estas palabras nos enseña algo sobre su significado verdadero:

1° - "epistrefo" = "volver, dar media vuelta".

Aquí podemos imaginarnos una persona que está caminando hacia un abismo. Está avanzando en el camino del mal, y va rumbo a la perdición. La persona que dice "Señor, perdóname todos mis pecados", es como alguien que camina en este camino malo, de vez en cuando dice "Señor, perdóname", pero sigue caminando hacia por camino del mal.
La persona que reconoce y confiesa sus pecados, pero no hace nada más, es como alguien que se detiene en el camino malo, pero se queda parado allí (y después de algún tiempo, quizás sigue caminando hacia el abismo).

El verdadero arrepentimiento significa caminar en la dirección opuesta. La Palabra de Dios dice: "El que oculta sus pecados no prosperará; pero el que los confiesa y se aparta del mismo, alcanzará misericordia." (Prov. 28:13)

No es suficiente confesar el pecado; es necesario apartarse se él, es decir, ya no cometerlo más.
Algo muy importante en este contexto es la restitución. Mira cómo expresó Zaqueo su arrepentimiento:
"La mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he estafado a alguien, se lo devuelvo cuatro veces más."
(Luc.19:8) Si un ladrón está realmente arrepentido, va a devolver lo que robó (y esto voluntariamente, sin que alguna ley o autoridad le obligue a hacerlo). Si un mentiroso está arrepentido, rectificará sus mentiras y hablará la verdad.

2° - "metanoeo" = "cambiar la mente".

El pecador arrepentido cambiará no solo su manera de actuar, sino también su manera de pensar. En vez de amar el pecado, ahora lo va a odiar, lo va rechazar. Peleará la batalla contra la tentación, no solo cuando ya está cometiendo un pecado, sino cuando tan solamente está pensando en un pecado.

"...llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (2 Cor.10:5). Ya en su mente, renuncia completamente al pecado y así te separas de él.

También tiene que cambiar el motivo por hacer lo bueno. Muchas personas intentan hacer lo bueno y evitar el pecado; pero lo hacen por motivos que no agradan a Dios. Lo hacen para parecer "buenos" ante los demás. Lo hacen porque sus padres, sus líderes de iglesia, o alguna otra persona les va a reprochar si pecan.
Lo hacen porque las consecuencias del pecado son desagradables, y no quieren sufrir. - El pecador arrepentido piensa de manera diferente. Empieza a amar a Dios, y por amor a Dios se decide renunciar al pecado.

Imagínate a dos ladrones que acaban de salir de la cárcel. El primero se dice: "Ya no voy a robar, porque no quiero volver a la cárcel, y la policía está vigilando por todos lados." Entonces no roba; pero solo por temor al castigo. Si tuviera una oportunidad de robar sin ser descubierto, lo haría.

- El segundo ladrón se dice: "He comprendido que es malo robar; que he hecho sufrir a muchas personas con mis robos y que Dios está ofendido. He empezado a amar a Dios; y por eso no volveré a robar." Este segundo ladrón no robará nunca más, aun si pudiera hacerlo sin ser descubierto. - Por fuera, los dos van a actuar igual. Pero solo el segundo se arrepintió de verdad; mientras el arrepentimiento del primero es un arrepentimiento falso, sus motivos no cambiaron.
¿Tiene el pecado todavía algún atractivo para ti? Entonces, todavía no te has arrepentido de verdad.

¿Te estás esforzando mucho para no pecar, porque los otros cristianos te podrían mirar mal; pero por dentro sientes que estos esfuerzos van en contra de tu naturaleza, y anhelas una oportunidad de poder cometer algún pecado sin que nadie te podría descubrir?

Entonces, todavía no te has arrepentido de verdad; solo has cambiado tu manera de actuar, pero no tu manera de pensar.
Para que llegues a un arrepentimiento verdadero, es necesaria una obra sobrenatural del Espíritu Santo en tu corazón.
"Y cuando él (el Espíritu Santo) venga vida, convencerá al mundo del pecado, de justicia y de juicio." (Juan 16:8) Esta convicción divina acerca de tu pecado es lo que te puede llevar al arrepentimiento verdadero, si tú lo deseas. Quizás, hasta ahora, tu conocimiento acerca del pecado es nada más que teoría: "Sí, yo sé que he pecado y que debo arrepentirme." Tú necesitas que el Espíritu Santo te lo diga en tu corazón. Y El lo hará, si le buscas en serio.

LA ESCOLÁSTICA

En la escolástica temprana (corriente teológico-filosófica dominante del pensamiento medieval), es comúnmente aceptado que todo arrepentimiento verdaderamente religioso va unido necesariamente al amor que justifica.
Entre todos los actos que concurren en el sacramento de la penitencia sólo al arrepentimiento se le atribuye la capacidad de perdonar pecados.

En el siglo XII (año 1300, Escuela de Giberto de Poitiers) aparece el concepto de atritio o «arrepentimiento» imperfecto: cuando el pecador no renuncia por completo a su pecado, cuando su propósito de enmienda y satisfacción es ineficaz, cuando el arrepentimiento no es suficientemente intenso, etc.

La atrición se consideraba ordenada a la contrición, en la cual debía desembocar. En términos escolásticos: la atritio es un arrepentimiento «informe», la contritio es un arrepentimiento “formado” mediante la gracia y el amor. El pecador debe acercarse al sacramento de la penitencia con contrición, es decir, ya justificado.

Cuando sin culpa del pecador esto no sucede, entonces según Santo Tomás de Aquino la gracia del sacramento (comunicada en la absolución) hace que la atrición se transforme en contrición. Según Duns Escoto (muerto en 1308), no se requiere la contrición para acercarse al sacramento de la penitencia; basta la atrición.

El pecado no se borra por el arrepentimiento, fruto de la gracia, sino solamente por la infusión de la gracia justificante. Ambas teorías (la de Santo Tomás y la de Duns Escoto) pueden ser defendidas libremente en la teología católica. El Concilio de Trento no quiso tomar postura por ninguna de ellas y enseñó que la atrición dispone al pecador para obtener la gracia del sacramento de la penitencia (DS 1705).

En el Catecismo de Juan Pablo II, (Catecismo de la Iglesia Católica) se afirma que la contrición imperfecta o atrición es también un don de Dios debido a la acción del Espíritu Santo. Ahora bien, se aclara que, por sí misma, esta atrición no alcanza el perdón de los pecados graves o mortales (cf. número 1453)


VIRGEN DE CHIQUINQUIRÁ REINA Y PATRONA DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA
¿CÓMO HACER UNA BUENA CONFESIÓN?.



LA CONFESIÓN. PADRE JORGE LORING



LA CONFESIÓN.



Frases y Dichos

Por más que parezca opulento, es bastante pobre el nunca se conforma con lo que tiene. (Saunazzaro)

El perverso tiene dos maneras de herir, haciendo el bien o haciendo el mal. (J. Roux)

La avaricia es un contínuo vivir como pobre por miedo a la pobreza. (San Bernardo)

La más terrible de las enfermedades del alma, es el furor de dominar. (Voltaire)

Nunca deje que el sentido de la moral se interponga en el camino de hacer lo que esta bien. (Isaac Asimov)

Dios lleva a los seres humanos a la aguas profundas, no para ahogarlas, sino para limpiarlas. (Aughey)

Aquel que siempre sonríe es por el resplandor de una mente sana. (Bulwer-Litton)